Emilio Ruiz
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El pasado viernes, 28 de octubre, su cumplió un año de la definitiva despedida de Manuel García Ferré, el almeriense que encandiló primero a Argentina y después al mundo entero con una imaginación artística que nunca conoció límites. Tras
la figura recogida, delicada, seria, adusta, de aquel hombre sencillo, se escondía algo más que un historietista o un
contador e ilustrador de historias. Se escondía la enorme figura de un creador,
director, productor, realizador, publicista, dibujante, innovador y empresario
que ha sido referencia y reverencia de millones de infantes durante más de
sesenta años.
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Manuel, con su hermano Jesús, en Almería, antes de partir hacia Argentina |
Hay
dos elementos en la vida y en la obra de García Ferré que, por su importancia,
creemos dignos de mención. Uno de ellos es el enorme volumen de creatividad que
ha llegado a salir de la imaginación de quien hasta el último día de su vida
tenía su carpeta de proyectos cargada de futuro. Y otro, el influjo que en toda
su obra, en su vida podríamos decir, ha tenido su origen almeriense. Recordemos
que la familia García Ferré partió en 1947 del puerto de Cádiz en el barco Cabo
de Buena Esperanza cuando el joven dibujante tenía 17 años y unas
experiencias vividas que son inolvidables.
Anteojito,
Hijitus, Pantriste, Petete…
La
producción artística de nuestro paisano es abundantísima. De su imaginación han
surgido personajes tan variados como Anteojito, Antifaz, Cachavacha, Calculín,
Chifuleta, Dedo Negro, El boxitracio, Gold Silver, Gutiérrez, Hijitus, La Marañaza, Larguirucho,
Oaki, Ovicio, Pantriste, Petete, Pichichus, Paco Pum, Pi-Pío, Piipi, Profesor
Neurus, Pucho, Raimundo, Serrucho, Trapito, Kechum, Trucu…
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La Voz de Almería se hace eco de la visita de don Manuel a su ciudad |
Además, ha
intervenido en la dirección, realización y/o producción de largometrajes como
Mil intentos y un invento, Las aventuras de Hijitus, Petete y Trapito, Ico, el
caballito valiente, Manuelita, Corazón, las alegrías de Pantriste y
Soledad y Larguirucho, este último estrenado hace unos pocos meses antes de morir, y de series
de televisión como Las aventuras de Hijitus, Calculín y El Libro Gordo de
Petete. Ha sido, además, editor de revistas de éxito, como Ser padres
hoy y Muy interesante, y publicista de multitud de marcas comerciales.
Precisamente fue como publicista como se introdujo en el mundo profesional.
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Una de las visitas de don Manuel a su ciudad natal fue en 1999, acompañado de su esposa María Inés. La pareja fue recibida por el alcalde de Almería., Santiago Martínez Cabrejas, y el vicepresidente de Diputación, José Luis Aguilar |
Tras
unos años con su carpeta bajo el brazo recorriendo despachos y oficinas, en
1959 García Ferré pudo, por fin, disponer de oficinas propias en Viamonte 700.
Pronto se le quedaron pequeñas y fue cuando, por los setenta, dio el salto al
edificio Apolo de la
Avenida Corrientes 1386 de la Capital Federal.
En la décima planta, que ocupaba íntegra, llegaron a trabajar casi cien
personas.
Toda
su actividad editorial se ha canalizado a través de tres empresas familiares:
primeramente, García Ferré Producciones, creada en 1968, y después, Editorial
García Ferré (1986) y García Ferré Entertainments (1998). Han sido empresas de
ámbito familiar. En el negocio han estado las dos esposas de don Manuel, Inés
Geldstein y María Inés Lombarda Vizcaíno, su hermano Jesús y los tres hijos,
Carlos, Diana e Irene, así como algunos sobrinos. El padre seguía siendo, hasta
su muerte, el presidente de las sociedades, mientras su hija Irene es la
vicepresidenta. Los hijos, a su vez, son accionistas de diversas empresas
relacionadas con el negocio audiovisual y artístico y también de explotaciones
ganaderas. Carlos, además de arquitecto, es un reconocido empresario agrícola y
ganadero.
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Obsérvese esta edición de 'Yugo' de 1945. En la parte superior derecha de la página, bajo el título de 'Educación Nacional', se informa de diversos premios artísticos: uno de ellos fue para el infante Manuel García Ferré, de 15 años |
Almería,
en su vida y en su obra
La
prensa argentina, en general, siempre ha sido muy cuidadosa en respetar el
origen almeriense de Manuel García Ferré, si bien nunca nadie ha dudado de que
su inmenso éxito donde principalmente se ha creado y donde ha tenido la mayor
aceptación ha sido en la República Argentina. Pero no hay biografía que no
indique de forma destacada que el gran historietista nació a orillas del
Mediterráneo, en Almería.
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En su visita a Almería en 1999, don Manuel fue entrevistado por La Voz |
Y
siempre se ha puesto énfasis en esto porque él, pese a estar durante muchos
años sin tener apenas contacto con su ciudad, a cada momento ha destacado la
influencia que su lugar de nacimiento ha tenido en su vida y en su obra. No hay
que olvidar que García Ferré ya era un buen mozalbete, a punto de terminar el
bachillerato, cuando cogió, con sus padres, en Cádiz, el Cabo de Buena Esperanza con
destino a tan lejanas tierras, donde se hallaban residiendo sus abuelos
maternos.
El padre de Manuel, Julián García Rodríguez, era un funcionario de Correos y
Telégrafos de origen gallego destinado a Almería en tiempos de Primo de Rivera.
Aquí se casó con la almeriense María Ferré Álvarez y establecieron el domicilio
familiar primeramente en la calle General Castaños, y después en las calles
Real, Paco Aquino y Plaza Granero. Julián era un hombre de fuertes convicciones
izquierdistas y republicanas. Militaba en el Partido Comunista y en la Unión General de
Trabajadores. En 1939, como a tantos otros españoles que defendieron la
legalidad de la II
República, se le abrió el Sumario de Guerra 28.988/39 por
"Auxilio a la Rebelión".
Qué incongruencia: auxilio a la rebelión a quien precisamente luchó por defender
la legalidad democrática. El expediente fue sobreseído.
El exilio a la Argentina
les hizo perder a todos los miembros de la familia García Ferre la
nacionalidad española. La recuperaron avanzada la democracia, en 1996, en
una comparecencia ante el Cónsul General de España en Buenos Aires,
"dejando clara que no renunciaba en ningún caso a la del país de
acogida". Manuel ha muerto portando con orgullo su doble nacionalidad
argentina y española.
En 1999, con María Inés, en Almería
En octubre de 1999 Manuel García Ferré volvió a Almería, acompañado de su
esposa, María Inés. Un grupo de intelectuales le tributaron un homenaje que
culminó con una cena en la Peña
"El Taranto". "Fue un encuentro largamente prolongado después
-contó en un artículo en La Voz
de Almería el escritor Manuel del Águila- en la Terraza del Círculo
Mercantil, lo que nos permitió remover recuerdos de tiempos pasados, personajes
ya idos, rincones, lugares y sucedidos, en una mezcla imperativa de premuras
para no olvidar nada". "Hay, sin embargo, un tema que me llenó de
gozo tocar con Manolo García Ferré y fue su deseo de recordar letras de
canciones y músicas del tiempo de su niñez y juventud, que iba inquiriendo con
el inicio de alguna estrofa; con el comienzo de una melodía, con el título de
una canción o con el nombre del autor. Yo veía en su gesto, cada vez que
perfilábamos alguna, con un tarareo, con un intento de interpretación sotto
voce o con un estribillo completo coreado, su satisfacción, como si un aire
pleno de añoranzas, de felices instantes quizás dorados y dulcificados por el
tiempo, pasaran por su pensamiento y por su corazón también". Al final de
su artículo, Manuel del Águila recuerda: "Pero volvíamos siempre en
nuestra charla a esta Almería que lleva sujeta a su alma con un firme
imperdible de viejos recuerdos, de permanente presencia y de auténtico
amor".
A
pesar de su corta edad, el joven García Ferré era muy conocido en los ambientes
artísticos de Almería. Entre sus compañeros de Instituto y profesores tenía
fama de buen estudiante, no sólo en materias artísticas, sino también en
Literatura. Precisamente su profesora de Literatura era la catedrática Celia
Viñas Olivella, una persona fundamental en la historia cultural de Almería que
da nombre al actual Instituto de Bachillerato, heredero de aquel en el que ella
estrenó como profesora. Unos años después de la muerte de Celia, su esposo,
Arturo Medina, encontró entre sus archivos una libreta de la profesora donde
hacía mención a los mejores alumnos que habían pasado por sus clases. Destacaba
Celia a Tadea Fuentes, Gabriel Espinar, Araceli Gómez, María Moltó, Eugenio de
Bustos, Dionisio Godoy, López Cuadra y, por supuesto, a Manolo García Ferré, de
quien destacaba sus dotes literarios y artísticos.
Sus primeros premios, en 1945
Solía recordar Manuel García Ferré que una de las razones que hizo despertar en
él sus sentimientos de artista fue un premio que le dieron en el Instituto que
incluso mereció una crítica de Eugenio D´Ors. Don Manuel no recordaba
demasiados detalles de aquel galardón. Pero sí se han conocido a través de otro
reconocido artista y también alumno del Instituto en aquella época. En la
década de los noventa, el Instituto de Estudios Almerienses publicó un libro de
homenaje a Manuel del Águila Ortega, también compañero de Instituto del
hispano-argentino. En ese libro, Antonio López Ruiz tiene un recuerdo para Del
Águila y, de paso, para el propio García Ferré en una carta abierta que dice
así:
"¿Recuerdas, para empezar, que cuando el 15 de noviembre del año 1945 tuvo
lugar el Tercer concurso Provincial de Artesanía en la Escuela de Artes y Oficios
de Almería, resultaron premiados un retrato de Capulino, un tazón de manzanas
de Cañadas, un bodegón con lavafrutas de Cantón Checa, un retrato de Domínguez
y un paisaje de Alcaraz? El nivel en la sección de pintura había superado al de
los concursos anteriores. Estuvo presente Perceval. Tú eras muy joven, pero
recordarás, supongo, que en aquella ocasión se otorgó también un premio
extraordinario a la obra de García Ferré".
En abril de este mismo año, con motivo de la Feria del Libro, García Ferré ya había recibido
un premio del Claustro de Profesores del Instituto, junto a sus compañeros de
clase Luis Cañadas y Leo Anchóriz, por sus ilustraciones a una obra periodística
del escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón.
Todos estos artistas y otros más crearon, un año después y apenas unos meses
antes de que Manuel García Ferré partiera para tierras argentinas, el
Movimiento Indaliano de pintura, capitaneado por Jesús de Perceval. Fue en
Pechina, y allí se celebró la primera Tertulia Indaliana, referente de la vida
cultural almeriense durante muchos años.
“Todos,
incluida la señorita Celia, sentimos su marcha y se preveía que sería un gran
artista”, recuerda un compañero de Instituto
“Hay
un elemento que alentó mi vocación y sobre todo me dio confianza”, comentó un
día García Ferré al diario La
Nación. “Cuando hice mi primera muestra, a los 16 años, tuve
una nota elogiosa de Eugenio d´Ors, un gran ensayista, famoso por sus escritos
sobre crítica de arte”. Se refiere Ferré al concurso indicado anteriormente.
Un
compañero suyo de instituto, Manuel Díaz García, aún hoy tiene recuerdos de
aquella época: “Recuerdo a los hermanos García Ferré cuando estudiábamos juntos
en el Instituto de Segunda Enseñanza, lo que hoy es la Escuela de Artes. Nos daba
clase Celia Viñas y ya era famoso por sus dibujos en el periódico mural del
centro. Todos, incluida la señorita Celia, sentimos su marcha, pues era un gran
compañero. Se preveía que sería un gran artista”.
En
el escalafón de las fuentes de la inspiración raíz del artista ocupa un lugar
prominente el Mediterráneo, cuyo “azul llevo pegado en mis retinas”. “Creo que
la claridad del cielo ayuda a la claridad de las ideas. Los días de tormenta o
grises hacen que el cerebro esté sombrío y enmohecido. A mí me gusta la
alegría, el color, la luz, la sombra".
Desde
que era un crío y hasta el día antes de embarcar, García Ferré acudía todas las
mañanas desde su casa de la
Plaza Granero, cuaderno y lápices de colores en mano, a la
orilla de su mar, que le era manantial de inspiración.
Tras
el Mediterráneo, el germen creativo de García Ferré también tiene que ver con
su juventud en Almería. Se lo confesaba de esta manera a La Nación: “Soy autodidacta.
Mi interés por las artes plásticas empezó cuando era muy chico. María, mi
madre, pintaba y yo la observaba y trataba de imitarla. Ese fue el primer
elemento motivador. El segundo ocurrió unos años más tarde cuando estudiaba en
el Instituto de Segunda Enseñanza de Almería y cayeron en mis manos tres
volúmenes ilustrados por un artista fabuloso, el francés Gustave Doré. Eran La Biblia, El Quijote y La Divina Comedia. Al
principio creía que eran dibujos y que simplemente se trataba de deslizar la pluma
sobre el papel. Sólo más tarde me enteré de que eran grabados y que cada línea
era una incisión en una placa de metal, piedra o madera. El tratar de
reproducir las obras de Doré me hizo muy meticuloso como artista, aunque
también influyó el hecho de que siempre me gustó la matemática”.
Marcado
por la Guerra Civil
Precisamente,
es de un profesor de matemáticas que tuvo en Almería de quien García Ferré
siempre ha guardado uno de los mejores recuerdos. Se refiere a quien fue
también director del Instituto, don Francisco Sáiz Sanz. "Siempre hacía
chistes mientras enseñaba. Como hacía chistes, por más árida que fuera la
lección, le prestábamos atención y entonces aprendíamos. Cuando no entendíamos,
don Francisco tenía la suficiente paciencia como para volver a explicar, y,
como nos resultaba simpático, no le poníamos resistencia y nuevamente
aprendíamos. Esa es la filosofía de mis dibujos, mis historias, mis películas:
entretener y enseñar al mismo tiempo".
García
Ferré siempre ha mantenido que la Guerra Civil española, que vivió de chiquillo, ha
marcado el espíritu de su obra. “Creo que haber sufrido la Guerra Civil Española
hizo surgir en mí la idea de buscar personajes que fueran símbolos de
comprensión y de paz. Mis primeros años fueron difíciles por diferentes
circunstancias. Tenía mucho miedo por una España convulsionada. En esa época en
España no había juguetes; entonces yo me hacía mis propios juguetes. Una
habilidad surgida de la necesidad de jugar”.
Hay
algo que siempre ha despertado la curiosidad de los admiradores de don Manuel:
la presencia de personajes con el nombre terminado en –us: Hijitus, Pichichus,
Neurus… También estaban las razones en su tierra natal, Almería. El Latín del
Instituto le resultaba extraño por esa misma razón. “Algún día tendré que
vengarme…”. Y vaya si se vengó, sobre todo con Hijitus, una leyenda de la Argentina.