Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
La
cercanía impide siempre contemplar cualquier realidad en su dimensión correcta.
Un cuadro hay que mirarlo desde la
distancia que hace posible contemplar todos los matices que el pensamiento
del pintor llevó, a través del pincel, a cada espacio de la geografía del
lienzo. Igual sucede con la vida personal y sucede igual con la vida colectiva.
Quizá
por eso no estamos cayendo los
almerienses en la cuenta de cómo estamos cambiando y a qué velocidad. Cuando
nuestros hijos se acerquen desde la distancia propicia que solo propicia el tiempo
comprenderán mejor que nosotros cómo hemos cambiado.
Durante
siglos Almería fue un territorio condenado a la regla del olvido salpicada por la
excepción de su colonización por el
capital extranjero en las escasas épocas donde por algunas esquinas podría atisbarse
el efímero viento del beneficio. Así ocurrió con la minería o con la uva. Los
almerienses ponían el sudor que arañaba la sierra o regaba la tierra, pero eran
otros los que, desde extramuros, aportaban el conocimiento y los fondos económicos
necesarios para que el esfuerzo diera sus frutos.
El nombre
al esfuerzo lo ponían, bajo la parra o bajo la tierra, los almerienses; los
apellidos que quedaban sobre la superficie tenían siempre la gramática alemana,
inglesa o francesa de los Spencer, los Kirkpatrik,
los Moldenhauer o los Chasserot. Han tenido que pasar cien años de aquella colonización
pero hoy son los almerienses los que colonizan, con su capacidad innovadora y
su trabajo colosal, otros territorios y otras áreas del conocimiento que hasta hace
poco se antojaban de acceso imposible.
La
conversión de la provincia en la capital mundial del uso sostenible del agua;
la creación de una Caja y un banco
cooperativo que ya está en la élite financiera; la aplicación de la más
avanzada tecnología a nuestros productos bajo plástico; la invasión del
Silestone en millones de cocinas de los cinco continentes; la aplicación de la
inteligencia en movimiento en el transporte por carretera de J. Cano, mejorando
la Post office
americana; la investigación biológica espectacular de empresas como Agrobío, por
citar algunos ejemplos empresariales; o, en escenarios más personales, la
investigación y experimentación con nuevos fármacos para patologías cardíacas
por médicos de Torrecárdenas o la permanente innovación de clínicas oftalmológicas
como Q Vision y que hoy son referentes
mundiales, constituyen algunas de las armas de seducción masiva que están
siendo pilotadas desde Almería, por almerienses y con capital almeriense.
Almería, como España, nunca tuvo una
burguesía; ni ilustrada ni inculta: nunca la tuvo. Ahora la situación ha
cambiado. Y ha cambiado tanto que a quienes lideran el cambio no puede encuadrárselos
en ese estatus. No pertenecen a la burguesía, forman parte del movimiento
integrado por los que están llamados a ser los
“hacedores” del nuevo milenio: los emprendedores.
Juan de la Cruz , Manolo Yebra, José María Andújar, Pepe Martínez
Portero, Paco Cosentino, Diego Martínez Cano, Juan Cano, José Antonio Santorromán,
o los doctores Manuel Vida y Joaquín
Fernández son algunos de los nombres que pueblan ese ejército que tiene en
el emprendimiento su mayor y mejor seña de identidad. Tipos todos -los citados y
los centenares más que cultivan cada día esa filosofía compartida- que aplican
en su relato profesional dos principios irrenunciables: el filosófico de “Atrévete
a saber” de Horacio y el matemático de aprender que sumar es, siempre, un ejercicio más rentable que dividir. Aquí
radica su éxito y su distinción con otras épocas.
Los grandes
avances no se producen hoy desde la singularidad, sino desde la globalidad. La genialidad se vuelva quimérica cuando se
individualiza y huye de los esfuerzos compartidos. Ninguno de los centenares
de emprendedores que hacen avanzar nuestra geografía provincial habría llegado
tan lejos en su recorrido si no hubieran asumido desde el principio que es en
los otros, en quienes les acompañan, donde radica la fuerza que les hace
mejores que sus competidores.
Ese
quizá sea el gran hallazgo de la “nueva Almería” que comenzó a desperezarse y a
despegar en el último tercio del siglo pasado. Que quienes empezaron con pequeños
pasos aquella gran marcha supieron que siempre se llega más lejos cuando se va
acompañado. Una compañía que debe consolidarse
con la suma –la suma, siempre la suma- de nuevos emprendedores y la voluntad de
la clase política de no restar eliminando las trabas burocráticas y las tramas de
burócratas que dificultan la labor emprendedora interponiendo en su camino
un caudal de trámites administrativos que solo sirven para torpedear proyectos.
Los
emprendedores deben sentirse acompañados y alentados por los políticos. Es
necesaria, imprescindible, esta confluencia estratégica porque éstos deben
facilitar a aquéllos el desarrollo de sus iniciativas. Defender la Política ,
en tiempos revueltos por la sospecha, no está de moda. Pero es necesario –y
justo- hacerlo. Porque la música sigue siendo bella aunque algunos de
quienes la interpretan desafinen.
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