Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es
Antiguamente
–“en mis tiempos”, que dicen los viejos-, cuando nuestros representantes
políticos demandaban del Gobierno de Madrid un esfuerzo inversor en materia de infraestructuras,
giraban visita a quien ostentaba la titularidad del ministerio del ramo,
llámese Fomento u Obras Públicas. Ahora, con esta penuria económica que nos
corroe, se obvia a la ministra Ana
Pastor y la demanda se dirige directamente a quien tiene la llave de la caja
de caudales del reino, un señor llamado Cristóbal
Montoro.
Es
lo que han hecho esta semana, a propósito de la paralización de las obras del
AVE, Gabriel Amat, Javier Arenas, Carmen Crespo, Rafael
Hernando y Juan José Matarí.
Dicen que, del viaje, vuelven contentos: “Antes de que acabe el año podremos constatar
avances importantes”. No les cree el secretario general del PSOE de Almería, José Luis Sánchez Teruel, muy
contundente: “La reunión ha sido un esperpento”. Tampoco tiene mucha fe en la
voluntad gubernamental el presidente de Asempal, José Cano, y su colega de la confederación de empresarios de Lorca
(Ceclor), Antonio García Díaz, que
en Vera han unificado juicios: “El AVE es un proyecto irrenunciable”, han dicho.
El
AVE ha sembrado Almería de grandes y hermosas infraestructuras ferroviarias,
como los viaductos de Almocáizar y Los Giles o los que atraviesan los ríos Jauto
y Aguas, por no hablar del túnel de Gafarillos, esa inmensa obra de ingeniería
de 7.538 metros
de longitud. Confiemos en que estas grandes obras no terminen como el nijareño pantano
de Isabel II: como algo que pudo ser y nunca fue.
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