Luis J. Pasamar
Articulista
Entre
pitos y flautas es una expresión que viene a significar que no se sabe a ciencia
cierta a qué se debe algo, pero en todo caso no es importante. Veamos un
ejemplo para entenderlo mejor: un chico queda con su novia una tarde. Al no
aparecer, la chica lo llama preocupada y él le contesta que entre pitos y
flautas se le ha pasado el tiempo. Contenta se queda la novia.
El Gerente de Galasa, con Amat |
Hace
pocos días tuve la oportunidad de comprobar cómo en un programa de Levante
Televisión, el actual Consejero Delegado y el Gerente de Galasa durante unos
veinte años explicaban la presunta deuda de la empresa con el ánimo de
alumbrar el conocimiento de los telespectadores. Se puede hacer un análisis más
detallado de lo que allí se dijo, pero ni conozco los datos con exactitud ni
quiero aburrir a nadie.
La
deuda la cifran en unos 24 millones. A saber: 12 que se
pidieron a bancos y que, según el Gerente, se utilizaron en “gasto corriente”; unos 5 que debe la
Junta a Galasa, otros tantos de convenios con Acuamed, lo que gastaron en las obras por
las lluvias de finales de septiembre de 2012 y que la Junta no les ha devuelto,
junto con las obras que la Junta
no ha hecho, el dinero que gastaron en incorporar hasta 25 pueblos
desde los 12 iniciales y que no han rentabilizado...
La
obligación de los gestores de una empresa pública, que además es para hacer un
servicio tan importante como la gestión del agua, es rendir cuentas detalladas
y justificadas. Hasta que no se haga una auditoria independiente de la empresa, los vecinos y dueños en última instancia de la empresa (no la Diputación como
apuntaba el Consejero Delegado, ya que la Diputación no genera dinero por sí misma, sino
que lo obtiene de los impuestos de los ciudadanos) no van a saber a qué atenerse.
Tan sólo saben que en más de veinte años Galasa no ha sido capaz de
servir agua apta para el consumo humano, que les van a subir una burrada el
recibo por menos agua que consuman y que si no pagan les cortan el agua y les reclaman
la deuda, sin tener en cuenta el carácter de indispensable para la vida humana ni las circunstancias económicas de las familias.
Eso
sí, entre pitos y flautas nadie sabe lo que se debe ni por qué se debe, o al
menos los responsables no lo justifican de forma veraz e inequívoca.
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