Juan
Torrijos
Periodista
¿Durante
cuántos años se viene hablando en Almería del Cortijo del Fraile, de la Junta , del Ayuntamiento nijareño
y de la propiedad? Entre los políticos y algún juez nos han ido llevando por
los caminos que han querido, sin una indicación clara de quién era el
responsable último de proteger, cuidar y levantar los viejos y deteriorados
muros del viejo cortijo, cantado por Federico en Bodas de sangre.
Por
fin ya sabemos que es la Junta
la culpable de la situación y que es a ella a la que debemos mirar los
ciudadanos en busca de esa tan cacareada solución. Lo que le sienta como un tiro
en el tobillo a los responsables de la
Junta es que sean los suyos, elegidos por ellos para estar al
frente de la Junta Rectora
del parque natural, los que les saquen los colores.
No les
extrañe que se produzca en el futuro algún cambio en esa Junta Rectora. No lo
harán mañana mismo para que no se note la venganza, pero no son de los que
perdonan.
El
presidente de la Junta Rectora ,
el periodista almeriense José Antonio Martínez Soler, le pide a la Junta de Andalucía una
urgente actuación en el Cortijo del Fraile ante el deterioro lamentable que
sufre el inmueble.
Hasta
ahora todas las flechas sociales y políticas iban contra el Ayuntamiento:
Ecologistas y la propia Junta de Andalucía lo hacían responsable. Así lo había
dicho un juez en Almería, de todo lo malo que le ocurría. El TSJA pone las
cosas en su sitio y las lanzas cambian de dirección.
Cierto
que los ecologistas no son muy beligerantes cuando se trata de darle a la
sevillana, por eso llama la atención positivamente el que el presidente de la Junta Rectora del parque se
muestre firme ante la petición de una solución definitiva al cortijo.
Las
cunas de la misma madera son las que más duelen, y eso le debe estar pasando a
los sevillanos con la clara y firme postura manifestada por los defensores del Cabo.
Convencido
estoy de que, tras las declaraciones del presidente Martínez Soler, otras voces,
hasta ahora calladas o apagadas, tomarán fuerza. No hay como ver que alguien se lanza
valientemente a cruzar el río para que los demás le sigan.
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