Antonio Felipe Rubio
Periodista
Me
consta que Andrés Góngora (COAG) no era proclive a denunciar la valla
publicitaria del “polvo”. Sin embargo, ante la presión de la asociación CERES,
consintió que la denuncia copara portadas de periódicos, apareciera en
telediarios, incendiara redes sociales, enardeciera aguerridas defensas de
género e involucrara a partidos políticos, instituciones, asociaciones,
observatorios… en fin, era un perfecto asidero reivindicativo y ruidoso,
coincidente con el Día Internacional de la Mujer y, por ende, argumento para surtir
notoriedad a una asociación que se arroga la dignidad de todo el colectivo de
mujeres agricultoras y, por extensión, de la “mancillada” agricultura
almeriense.
La valla en cuestión |
Se
ha conseguido el efecto deseado por la empresa anunciadora: penetración,
notoriedad y gratuidad en la enorme amplificación de un polvo de uso agrícola
que, de momento, se desconoce si es un nutriente, pesticida, coadyuvante… No
importa lo que hace, arregla o fulmina, pero ya hay un inusitado interés por
conocer el famoso “polvo” y algunos lo piden por el “polvo del follaero”.
El
anuncio, desde el punto de vista de arte publicitario, es simplista, burdo,
primario y cutre. El diseño gráfico es lamentable y contiene faltas
ortográficas: signo de exclamación al final de la frase, al estilo anglosajón;
polvo con mayúscula, como un énfasis intencionado para inducir a la ambigüedad.
El producto es un granel amontonado y parduzco sobre el que aparece una nube
turbia y difusa de idéntica tonalidad que desequilibra la composición y
descompensa la incidencia visual. No hay marca, pack, aplicación… O sea, que se
anuncia un polvo con claro interés anfibológico.
La
anfibología (ambigüedad), aplicada a la agricultura, es meterse en un
berenjenal: melones, peras, higos, nabos, pepinos… adquieren parangón
metafórico sexual, si existe predisposición hacia esa desviación.
El
polvo es una de las primeras metáforas que conoce nuestra cultura
judeocristiana: polvo eres y al polvo volverás (Génesis III 19). En la
antítesis de las Sagradas Escrituras, Stephen Hawking asegura que las personas
somos “star dust” (polvo de estrellas).
La
transgresión se evidencia en la asociación de imágenes: polvo-mujer: mal
asunto. La
chica que aparece en el anuncio, tal que el Tío Sam, se percibe como incitante
sugerencia derivada de la ambigüedad. Sin embargo, la “utilización” de la mujer
en la publicidad explícita de sexo y vejación se acepta como sección
diferenciada de la publicidad “normal” a la que no se le permite argumento
transgresor alguno.
La
hipocresía y la sobreactuación alcanzan a todas las ideologías. Comenzó la
izquierda “progresista”, y el centro-derecha quedó abducido por la batalla del
discurso políticamente correcto. Todo es un “bienqueda”, hasta para aquéllos
que reconocen a las mujeres por “la de las tetas gordas”.
La
dignidad y respeto de género no es impostura; es cultural, vivencial y pura convicción.
Ruborizarse y exaltarse hasta belicosa exhibición evidencia una escenificación
que esconde carencias: dime de qué presumes…
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