Antonio
Felipe Rubio
Periodista
Desde
la llegada al Gobierno de Zapatero se han sucedido inolvidables episodios de
reactivación de la memoria revanchista. A este obsceno revulsivo de las
conciencias ancladas en el gerracivilismo se le aplica en Andalucía la
“extensión” de Memoria Democrática.
La
adicción al discurso políticamente correcto ha dirimido en una suerte de dirigentes
juntapalabras que, lejos de solucionar problemas, utilizan vocablos “sagrados”
como enseña de su incapacidad para normalizar, sosegar, civilizar y progresar.
Al contrario; buscan, hurgan y reactivan argumentos de confrontación que
remuevan las conciencias asignando roles periclitados que se asimilan con la
represión, dictadura, desgracia, penuria, ruina, pobreza… o sea, la derecha
ideológica. “Hay que mantener la tensión” (Iñaki a ZP), y qué mejor tensión que
la que nace de la visceral venganza revanchista.
A la
izquierda reaccionaria le seduce la estética como antídoto de una ética
atormentada por un sedimento de permanente contradicción. El comunismo
(fascismo de izquierda) ha jalonado la historia de incontables crímenes,
penuria, indigencia cultural y exaltada revancha. Ahí están, venerados y
presentes, los vestigios que recuerdan las salvajes dictaduras de Lenin y
Stalin. También, y no como mastodónticos mausoleos, mantienen la llama viva de
discursos incendiarios los dirigentes bolivarianos, cubanos, norcoreanos…
reducto de pretendida revolución social que se define por represión,
pensamiento único e insoportable indigencia.
No
es cuestión de extender la rememoración de dictaduras fascistas. La más humilde
acomodación intelectual es refractaria a la comparación de si eran mejores los
dictadores de una u otra ideología. Sin embargo, la Memoria “revanchista”
Democrática se coloca a la misma altura del dictador, Francisco Franco, que
sólo interpretó la historia desde el punto de vista de los vencedores de una
guerra incivil y odiosa. Por eso, pretender reescribir la historia a golpe de
proyectos de ley que restituyan la “serenidad” a los oprimidos por el
franquismo conseguirá todo lo contrario: reactivación de lamentables episodios;
no obstante, superados con el paso del tiempo y la dosis de racionalidad para
insertar sucesos inherentes a un tiempo y unas circunstancias, que hay que
recordar, pero para no repetir ni incidir con reiterado sectarismo en la
herida.
La
selectiva evolución animal otorga al ser humano una fascinante diferenciación
que, desde los albores de la civilización, consiste en la adecuada despedida de
nuestros seres queridos a los que amamos, recordamos y otorgamos trascendencia,
bien sea en la permanencia en el recuerdo de los vivos o en el más allá. De ahí
que -por pura humanidad- la Ley
ya prevé otorgar la necesaria dignidad a los muertos, sean los que fueren,
arrojados a la muerte en el paredón, cunetas, fosas y pozos de cal viva. Una
iniciativa aceptada (Transición) y aceptable no puede dirimir en sesgo sectario
como falsa ampliación de derechos que pretenden resucitar la ignominiosa
confrontación.
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