José
Fernández
Periodista
Alguna
vez habré dicho, y si no ya que estoy aquí aprovecho, que el hotel Algarrobico no
va a ser motivo de estudio en las facultades de Arquitectura, sino que va a ser
objeto de jornadas, monografías y prácticums en el ámbito de la psiquiatría
forense, porque esto es de locos. Comprendo que usted lea la palabra “Algarrobico”
en un titular y que rápidamente busque la sección de Deportes, las necrológicas
o la receta del día, porque llevamos años ya con la cantinela
jurídicoecológico-político-administrativa del caso y la reiteración resulta ya
irritante. Vamos, estoy convencido de que si esto sigue así, usted podrá
teclear la palabra “coñazo” en el Google y le saldrá la foto del mamotreto playero.
El Algarrobico |
La
última hora del caso es a mi juicio positiva, porque nos conduce a los terrenos
de la normalidad. Esto es: los tribunales dando la razón a lo que es la razón
jurídica, la Junta
de Andalucía buscando la pancarta que mejor le favorezca, los ecologistas diciendo
que si los jueces les dan la razón es porque llevan razón y que si se la niegan
es porque están comprados por oscuros intereses, y los vecinos tan contentos.
Vamos, lo normal.
El
caso es que ahora los terrenos son oficialmente lo que fueron antes de que se
pusiera allí el primer ladrillo: urbanizables. ¿Quiere decir esto que el hotel
esté en buen sitio? Pues a mi juicio, no. ¿Quiere decir esto que el hotel sea
bonito? Pues tal como está ahora, no. ¿Quiere decir esto que muchos de los que
clamaron por la voladura del hotel estarán en primera fila de copetín el día de
su inauguración? Seguro que sí.
En
todo caso y mientras algunos intentan colgarse otra vez de la grúa para
organizar algún performance reivindicativo y otros piensan ya en el momento
canapé del acto inaugural, me pregunto qué hace doña Susana Díaz que no explica
qué va a pasar ahora con ese “Plan Especial de Empleo” que vinculó al derribo
del hotel. De locos, ya digo.
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