Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
Ahora
lo urgente es esperar. Después del congreso de transición celebrado por el PP
andaluz, cualquier valoración sobre la capacidad de liderazgo del nuevo
presidente o el análisis de por dónde circulará el relato político y estratégico
del partido a partir de ahora está condenado al vicio, tan periodístico, del
error por apresuramiento.
Edición de hoy de La Voz de Almería |
Ante
Juan Manuel Moreno y su equipo de dirección de abre un abanico de posibilidades
estratégicas entre las que ni ellos mismos saben con certeza cual elegir. Después
de la designación digital de Rajoy lo único que ha quedado claro es la voluntad
del elegido para romper el fatalismo que les conduce (una vez y otra y otra y
así hasta doce veces en treinta y dos años) a la imposibilidad de llegar al poder
en Andalucía.
Esto
fue lo único que quedó claro en la escenificación sevillana del pasado fin de
semana. Bajo la cúpula nominal de Congreso, lo que hubo fue un acto de aclamación
en el que todos cumplieron con el papel que el argumento de la función ya les
había escrito. Sólo
la obstinada torpeza de Cospedal provocó un sentimiento de sorpresa en el patio
de butacas.
Su
actitud -insultante para el candidato y para la militancia: la soberbia herida
nunca le pudo hacer ignorar que el PP andaluz es el que más militantes y el que
más votos aporta a las urnas de toda España-, la torpeza de la secretaria
general, digo, llegando la última y yéndose la primera, fue la única
extravagancia de la función (algo, por otra parte, que sentó fatal a la inmensa
mayoría de los compromisarios: nunca nadie despreció a tantos en tan poco
tiempo).
Pero
una vez cumplido el trámite, la nueva dirección popular deberá enfrentarse al
reto de recuperar la musculatura de un partido que ha navegado durante dos años
hacia ninguna parte. La forma en que se ha producido el cambio es
manifiestamente mejorable. La nominación desde Moncloa supone un lastre para el
candidato y sólo de su capacidad para desembarazarse de ese equipaje dependerá
el que pueda acabar seduciendo a una militancia que, aunque lo haya votado, lo
ve como el elegido, pero no por ellos.
Moreno
no deberá olvidar nunca el peso de un pecado original que sólo podrá ser lavado
en las aguas del Jordán de la militancia cuando ésta lo sienta como suyo porque
la haya sabido seducir. Esa tarea de predicar la buena nueva era desde Ayamonte
hasta Cabo de Gata lo puede hacer a la sevillana usanza y al bético modo. Si así
lo hace acabará cometiendo un error del que, quizá, nunca se levante.
El
PP andaluz puede dirigirse en Sevilla, pero no desde Sevilla. Ese ha sido uno
de los errores que han provocado el bucle melancólico de la derrota en el que
llevan años instalados. Si Moreno no comprende que Andalucía es una geografía diversa
y una demografía complementariamente distinta acabará siendo engullido por la
filosofía de que Sevilla es el centro del mundo rodeado de suburbios.
Sevilla
es importante (y tanto) pero hay vida más allá de La Campana. Vida
económica, cultural, académica, innovadora o mediática. Los mandamientos
estratégicos para gobernar en Andalucía no se encierran entre la plaza de san
Fernando y el puente de San Telmo. El PP no lo entendió así durante decenios y
sólo la osadía de Arenas rompió con esa dinámica. Es cierto que no le valió para
alcanzar el poder, pero al menos le sirvió para obtener la victoria.
Moreno
debe aplicarse esa filosofía. Tiene sobre Arenas la ventaja de que no se le identifica
con el sevillanismo ilustrado y, además, no tiene el equipaje cargado de las
hipotecas de un pretérito imperfecto que, con justificación a veces y a veces
injustamente, tanto perjudicaron a su antecesor en la aspiración de gobernar
Andalucía.
El
nuevo líder del PP no llega libre de equipaje -su elección podía y se debía
haber hecho mejor- pero sí tiene la capacidad incontestada (de momento y ya
veremos por cuanto tiempo) de comenzar una nueva singladura, no distante, pero
sí distinta. De que lo haga o no dependerá en gran medida su futuro. Un futuro
por el que no deberá preocuparse Gabriel Amat ni Luis Rogelio ni Rafael Hernando.
Mucho
se ha escrito estos días sobre el peso del PP almeriense en la nueva estructura
de poder andaluz. Palabras. El PP es un partido presidencialista y tanto el
presidente de la Diputación
y del partido como el alcalde de la capital y el viceportavoz en el Congreso verán
aumentado su peso político en las decisiones en la sede regional del partido. ¿Que
por qué lo sé? Porque sé a quién llamó Mariano Rajoy cuando en la nominación
del candidato a presidir el PP andaluz tocaron a vísperas.
(Publicado en la edición de papel de La Voz de Almería. Autorizada la reproducción exclusivamente para La Opinión de Almería).
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