Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
El
pasado lunes mantuve un encuentro con el que ya hoy es oficialmente el
presidente del PP de Andalucía. Fue en Carmona y Juan Manuel Moreno, que estuvo
acompañado por Alberto Núnez Feijoo (sigan a este tipo: tiene la cabeza llena de
sentido común), tuvo la amabilidad de someterse durante más de dos horas a un
fuego cruzado de preguntas y reflexiones sobre su decisión (¿atrevimiento, quizá
mejor?) de liderar la travesía del desencanto a la ilusión de los populares
andaluces.
Edición de hoy de La Voz de Almería |
Moreno quería a Carmen Crespo. Como no
podía ser de otra forma, uno de los interrogantes que estuvo sobre la mesa fue
el nombre quién ocuparía la secretaría general. Moreno dejó claro desde el
principio que quería una mujer y se atrevió desde la sutileza consciente a
ponerle nombre: Carmen Crespo.
Solo
había un inconveniente que tampoco eludió: su presencia en la delegación del Gobierno
en Andalucía. “Crespo sería una excelente secretaria general, pero su elección -que
me corresponde a mí y solamente a mí- depende de la disponibilidad de Moncloa a
acceder al cambio. Soy todavía miembro del Gobierno y no adoptaré ninguna
decisión que no cuente con el beneplácito de Moncloa. Andalucía no es una
comunidad cualquiera; es, por geografía y demografía, la comunidad más
importante y esas dos condiciones no hacen fácil el relevo en quien ostenta la
máxima representación del Gobierno en la región”.
Moncloa no aceptó. Después de oírle la
situación estaba cantada. Carmen Crespo sería la elegida si Rajoy aceptaba el
cambio; si, por el contrario, el presidente (o la vicepresidenta) optaban por no
alterar el actual estatus la almeriense continuaría en el despacho de la Torre Sur del parque de
María Luisa. Y así ha sido.
Después
de escuchar su argumentación me atreví a traspasar el umbral de la imprudencia y
a medio camino entre la ironía y la provocación le sugerí una fórmula razonable
para salir del laberinto a través de la sustitución de Crespo por Antonio Sanz.
Una jugada a tres bandas que satisfacía a todos.
Cospedal no podía pillar otro palo. El único
problema de esta solución -insisto: irónicamente provocadora- estaba en que si
a Dolores de Cospedal el malestar por la elección de Moreno en detrimento de su
candidato le habia irritado tanto que tardó más de ocho días, ocho largos días,
en hablar con el elegido, la llegada a dos puestos claves –secretaria general y
delegación del Gobierno- de dos políticos tan identificados con Javier Arenas,
su enemigo íntimo, la pondría en el borde del precipicio de la mudez permanente.
Lo
ideal es siempre enemigo de lo bueno y, como sostiene el potentado enamorado del
travestido Yak Lemon en “Con faldas y a lo loco”, nadie –ni nada- es perfecto.
Moreno sabe, bien que sabe (ahí están las claves que decantaron su elección),
que la política es un desfiladero salpicado de esquinas en las que se refugian intereses
personales, rencores permanentes y aspiraciones insatisfechas. Y el buen político
es el que logra llegar a puerto en medio de la balacera del adversario y del
fuego amigo del correligionario.
Un tipo sensato. El tiempo desvelará la
personalidad del nuevo presidente del PP, pero a pesar de las torpezas formales
con que se produjo su nominación ha traslado una imagen de tipo sensato, consciente
de que el camino podrá ser largo o no, pero seguro que difícil, muy difícil.
Si
en las últimas elecciones, donde todo se antojaba favorable, el PP no alcanzó
la mayoría absoluta, dos años después las encuestas perfilan unas expectativas
más sombrías. Una penumbra que se agudiza por el desconocimiento del nuevo líder
en contraposición del afianzamiento de la presidenta, Susana Díaz.
Moreno
es consciente de esta dificultad aunque sabe también que tiene detrás un partido
compactado y con presencia abrumadora en la estructura del poder municipal andaluz,
gobernando en la totalidad de las capitales andaluzas y en la mayoría de las ciudades
más importantes.
Tras la desolación de 2012. También
sabe que después de la desolación de marzo de 2012, el bucle melancólico en el
que los populares llevan instalados desde la prehistórica autonómica ha
consolidado el fatalismo de considerarse condenados a la imposibilidad de
alcanzar el Gobierno regional.
Juanma
-como le gusta que le llamen- quiere romper ese determinismo histórico que les
conduce al fracaso. Ilusión no le falta. A partir de mañana comenzará a recorrer
Andalucía pueblo a pueblo. Sabe que el camino es largo, pero sabe también que
es el único camino si el PP quiere despertar del desaliento en el que cayó aquella
derrota de marzo en el que el mundo se les vino encima.
(Publicado en la edición de papel de La Voz de Almería. Autorizada su reproducción exclusiva para La Opinión de Almería.)
Jack lemon.
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