Nacho Cordero
Director de El Confidencial
El
PSOE teme convertirse en un partido accesorio, fútil, inane. Dan por hecho que
continuarán aglutinando a buena parte del electorado del centro-izquierda, pero
también que pueden perder su condición de “gran partido” para convertirse en
“una formación cualquiera”, innecesaria para la gobernabilidad del país. Al
PSOE, parafraseando a Guerra, “ya no lo reconoce ni la madre que lo parió”. Comparan
su trayectoria con la del Partido Laborista israelí, que ha vertebrado la vida
política de aquella nación prácticamente desde su declaración de independencia,
primero con Ben-Gurión, luego con Simon Peres, pero que en los últimos años se
ha ido difuminando según iban tirando por el camino, cual ropa vieja, sus señas
de identidad.
Susana Díaz |
“El
PSOE se ha convertido en un apéndice del centro-derecha”, rezonga un fontanero
de Ferraz. “No hay mucha diferencia entre lo que dice Rajoy y lo que escuchamos
a Rubalcaba. El partido necesita un discurso de izquierdas, moderado, pero de
izquierdas. Ahora no lo hay. Lo que necesita, en definitiva, es a un nuevo
Alfonso Guerra”.
Y es entonces, en el mismo momento en el que los
socialistas otean desesperados el horizonte en busca de un referente, cuando
irrumpe victoriosa, ozú, Susana Díaz, una sevillana del 74 que gana los adeptos
y militantes que el resto de partidos socialistas europeos va perdiendo; que
por tamaño se alza como la accionista mayoritaria de la formación, con un 33%
de los títulos, gracias al irreductible y fecundo feudo andaluz; que tiene a
los empresarios comiendo de su mano, con el editor de Planeta, José Manuel Lara,
profesándole una devoción casi mística; que ha sido recibida en audiencia
por el rey Juan Carlos dos veces en apenas seis meses, la última el pasado 17
de febrero; que ha comido con el príncipe Felipe en San Telmo y que, por
último, ha destituido
ipso facto, sin que le tiemble el pulso, a uno de sus hombres, Luciano
González, una vez que El Confidencial ha destapado que poseía una finca ilegal
en Málaga con agua y luz ‘pirata’. No es Alfredo Pérez Rubalcaba quien manda en
el PSOE. Es ella, Susana Díaz, la que de facto ostenta el poder.
De
entre sus cualidades destacan su pactismo y trato personal. Ha logrado algo que
se antojaba un imposible, como es que Felipe González y Manuel Chaves,
expulsados del orbe andaluz por falta de empatía con los anteriores
mandatarios, regresen a la tierra prometida como el hijo pródigo a la casa del
padre. También ha impuesto la pax romana con Gaspar Zarrías y José Caballos,
alias los Inmortales, que llevan más años en la política activa que los leones
del Congreso, e incluso ha conseguido que su antecesor en el cargo, José
Antonio Griñán, no se sienta ninguneado. En este complicado juego de
malabarismo, todavía no se le ha reventado ninguna naranja contra el empedrado
del partido. Una mayoría contempla esperanzada Andalucía como el Shangri-La que
requiere el socialismo patrio para su regeneración.
Pero
no todo son parabienes y palmeros. Los que la tratan a diario y no forman parte
de su camarilla hacen por bajarla del pedestal. Dicen que Susana Díaz tiene
media hora avasalladora, pero después comienza a flojear, como si luego de
rascar uno se encontrara con una disertación huera, sin apenas sustancia. Entre
los ideólogos de los discursos de la presidenta se encuentra Enrique Cervera,
quien fuera durante siete años portavoz de la Junta , ahora metido a proyectos de consultoría y
comunicación.
Díaz también se
apoya en el secretario de Organización, Juan Cornejo, y sobre todo en Máximo
Díaz Cano, muñidor de la campaña de Chacón en el 38 Congreso del PSOE (del que
Rubalcaba salió vencedor) y fichado posteriormente por Griñán como secretario
general de la
Presidencia. “Máximo es la viga que le ha dejado colocada
Griñán a Susana y, lejos de desmontarla, se está apoyando en ella”. Ellos
conforman su guardia de corps. El resto del equipo languidece en las distancias
cortas.
Los
socialistas se estructuran en tres bloques que no siempre están claramente
diferenciados, sino que se mueven en torno a una amplia gama de grises. El
primero, el oficialista, que recibe el apoyo del ‘sistema’, es el integrado por
Alfredo Pérez Rubalcaba, Elena Valenciano y Patxi López, cuyo dulce porvenir
está fuertemente condicionado por las fuerzas del primero y los resultados en
las europeas de la segunda. En el siguiente bloque, el que aspira a conquistar
Ferraz, se encuadrarían Eduardo Madina, al que arropa Bernardino León –el único
que todavía sigue asegurando de Zapatero que es un gran estratega–, y Carme
Chacón, monitorizada por su marido, Miguel Barroso, quien no para de decir a
quien quiere oírle que su mujer “va a por todas” en las primarias. Las
candidaturas de Chacón y Madina están condenadas a fusionarse porque son dos
caras de la misma moneda y se complementan, y también porque el
segundo puede cubrir perfectamente el flanco de la primera hasta
que esta regrese del Miami
Dade College de Estados Unidos.
El
tercer bloque es sólo una y se llama Susana Díaz. La sevillana se ha apartado
inteligentemente de la carrera de las primarias, consciente de que su momento
no ha llegado. Si no se desinfla antes, si no se le empieza a “ver el cartón”,
como vaticina un sagaz analista político, está llamada a mayores cometidos. Así
está diseñando su hoja de ruta. Por de pronto, tendrá que demostrar su valía en
las próximas autonómicas, algo que prácticamente nadie pone en duda. Tanto es
así que en el PP están ideando su estrategia a seis años vista. Dan por hecho
que las próximas elecciones andaluzas las van a perder, sabedores de que han
mandado a Juan
Manuel Moreno a Andalucía como quien manda a los cristianos a la arena
con los leones. Susana es mucha Susana. Eso sí, hace un año no era más que una
desconocida my fair lady.
(http://blogs.elconfidencial.com/espana/caza-mayor/2014-03-20/susana-diaz-la-my-fair-lady-que-almuerza-con-lara-y-enamora-al-rey_104412/)
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