José
Fernández
Periodista
Cada
vez que la dignidad de un partido que gobierna en coalición se deja un jirón de
dignidad o de sentido común en una arista de los siempre injustos pactos de
gobierno, me pregunto si no sería más sencillo acordar que gobierne la lista más
votada, y punto. Pero como el objetivo no es tanto gobernar como impedir que
gobiernen los otros, acabamos viviendo situaciones ridículas que además cuestan
carísimas a los ciudadanos.
El
numerito que están montando ahora PSOE e Izquierda Unida en el gobierno
bipartito de la Junta de Andalucía a cuenta
de las competencias en vivienda es la mejor prueba de ello. Como todos ustedes
saben, el PSOE depende de los votos de IU para que doña Susana Díaz pueda
seguir ampliando su álbum de fotos con estadistas y agrupaciones locales, así
que tienen que tragarse con papas aliñás las excrecencias y empeños de una
coalición que, entre otras cosas, ha sido capaz de hacer consejera de Vivienda
a una señora, la camarada Elena Cortés, que lamenta que el cargo le impida
estar por ahí con la pancarta y el altavoz haciendo escarches a los enemigos de
la revolución.
De
hecho, la última aportación de la consejera escrachera a la política andaluza
es de verdadero impacto: validar la patada en la puerta como fuente de derecho inmobiliario.
Para Izquierda Unida, cualquiera que ocupe una casa y aguante en ella un tiempo
tiene tantos derechos sobre esa vivienda como los pringados que se esfuerzan
por pagar puntualmente las hipotecas de las suyas.
Y mientras tanto, doña Susana Díaz se limita a hacer como que hace, porque la ley no se defiende con tironcitos de oreja a la consejera, sino con la aplicación de esa ley a quien voluntariamente se sitúa fuera de ella. Pero cuando la prioridad es el pacto, a la ley le pueden ir dando una patada… en la mismísima puerta.
Y mientras tanto, doña Susana Díaz se limita a hacer como que hace, porque la ley no se defiende con tironcitos de oreja a la consejera, sino con la aplicación de esa ley a quien voluntariamente se sitúa fuera de ella. Pero cuando la prioridad es el pacto, a la ley le pueden ir dando una patada… en la mismísima puerta.
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