Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
La
noticia de que se han cerrado las bocas de los túneles del AVE que atraviesan
el Barranco del Tesoro en Sorbas es una
decisión razonable porque sólo busca evitar que en sus más de veinte kilómetros
bajo las montañas nadie pueda entrar donde no debe. Lo que inquieta es que tras
esas tapias se esconda la voluntad del Gobierno de aplazar durante años la
continuidad de la infraestructura ferroviaria de deberá unirnos con Murcia.
Edición de hoy de La Voz |
Casi tres años ya de Gobierno del PP no
inducen al optimismo almeriense; ni sobre esta obra, ni sobre los tramos
inacabados con la autovía con Málaga. Nadie duda que la crisis y sus efectos se
hacen sentir con dramatismo en las obras públicas ralentizándolas, cuando no
paralizándolas. Si no hay financiación no pueden acometerse proyectos y, mucho menos,
imprimir más velocidad a los ya iniciados.
Lo que no es entendible es que haya obras
para las que el futuro haya dejado de estar escrito cuando, sobre ellas, la
provincia recorrerá el camino que le lleve al futuro. Apúnteme el lector en la primera
línea de la crítica a los gobiernos de Zapatero. Pero su inconsistencia, su torpeza
y su dejación en la percepción de la llegada de la crisis y en su gestión
posterior no impide valorar en su justa medida que fue bajo su Gobierno cuando
se ejecutó hasta el último metro de las obras de la alta velocidad ahora
paralizadas.
Las cosas son como son y nadie puede negar
la realidad de los hechos. La ministra Pastor ha respondido hasta ahora con
indiferencia real (las palabras bienintencionadas son hojas que lleva el
viento; el hormigón y el hierro que no han llegado es lo que cuenta), la
ministra Pastor, digo, puede acabar su mandato el frente de Fomento con el balance
desolador de no haber tomado ni una sola decisión consistente que favorezca la llegada
del AVE a Almería.
A Murcia, sí. Pero no Almería. Es cierto
que para que llegue a la provincia antes tiene que hacerlo a la capital de la
comunidad murciana y a Lorca. La lógica geográfica así lo impone. Pero esa
misma lógica también impone que la distancia entre dos puntos es más fácil de
recorrer si desde uno y otro comienza a realizarse -a construirse- las vías.
Los tres últimos tres años no están siendo
así y nadie del Gobierno ni del partido que lo sustenta tiene conocimiento de
cuando llegará la alta velocidad a Almería. ¿En el 2020, en el 2022, en el
2025? Nadie lo sabe y nadie se atreve a poner fecha porque, en el índice de
prioridades del ministerio, Almería no está contemplada o, en todo caso, sólo
está contemplada como un apunte a pie de página.
Esa es la realidad. Pero la realidad también
se puede cambiar si hay voluntad de hacerlo o se ejerce la suficiente presión para
que se cambie. Y en esas debemos estar. La resignación ha sido –y es- uno de
los pecados capitales de los almerienses.
Desde que en 1956 los vecinos de Cuevas y
del Levante almeriense salieron a la calle armados de pancartas elaboradas
en los ayuntamientos para dar las gracias a Franco por la aprobación de pantano
de Cuevas hasta su inauguración en los primeros 80 pasaron casi treinta años.
Casi treinta años, nada menos, fue el tiempo transcurrido entre su aprobación y
su inauguración y aquí nadie se atrevió a levantar la voz ante tamaña desmesura,
ante tamaño insulto a la inteligencia, ante tamaña indignidad.
Me resisto a pensar que en la espera de la alta
velocidad vuelva a repetirse tanto olvido, tanta indiferencia y tanta
injusticia. Pero para que eso no suceda es imprescindible que los políticos
que nos representan estén a la altura que las circunstancias demandan y que los
ciudadanos no nos abandonemos a la cobardía de la resignación.
Es verdad que, hasta ahora y en demasiadas
reivindicaciones, ni unos ni otros hemos sabido defender la posición que impone
la dignidad. Los primeros porque, desde el PP, desde el PSOE y ahora desde IU
(que no se olviden los “camaradas” que la variante de Roquetas o la autovía del
Almanzora pendientes dependen de sus competencias), han sucumbido siempre y
antes a los intereses y las consignas de sus partidos que a las dificultades y
riesgos (para su reelección) que suponía y supone la defensa de esas reivindicaciones.
Los segundos –sí, usted y yo; todos
nosotros- porque nunca hemos castigado con nuestro voto a quienes así se
comportaron. Si el AVE no llega hora no será culpa sólo de los políticos. Lo
será también de los ciudadanos que no supimos estar a la hora requerida en el
andén adecuado.
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