Antonio
Lao
Director
de Diario de Almería
Todavía,
y llevo en este mundo un cuarto de siglo, me sorprendo cuando encuentro un
político que cambia de opinión como de calzonzillos las veces que sean
necesarias. Estas semanas hemos asistido a la mayor campaña mediática que
recuerdo para tratar de hacer lo blanco negro o, en lenguaje coloquial, hacernos
comulgar con ruedas de molino.
Edición de hoy de Diario de Almería |
El protagonista ha sido el diputado del Partido Popular Rafael Hernando. Un
buen orador, camaleón de la información, un "Ramonet" de la política,
capaz de venderte seis mantas por mil pesetas. Te vas creyendo que has hecho un
buen negocio y cuando las pones en la cama compruebas que ni una sola tiene la
calidad mínima exigida.
En
esta línea se ha movido el diputado almeriense con los túneles del AVE,
defendiendo el tapiado que se ha hecho de ellos y criticando a aquellos que
iniciaron las obras de un proyecto ilusionante, necesario y vertebrador para
esta esquina del país. Hernando, como un prestidigitador, está tratando de
convencernos de que la obra no era necesaria, de que el gasto había que haberlo
hecho desde Murcia a Almería y, lo que es más alucinante, llegando a hablar de
tren a ninguna parte.
No
se acuerda el dirigente popular de la permanente lucha que ha tenido las dos
últimas legislaturas (gobernando el PSOE) por que las obras se iniciaran;
parece olvidar que el Partido Popular hizo bandera de esta infraestructura en
su campaña electoral. ¿Qué ha pasado entonces para este cambio radical de
opinión?
Simplemente
no hay dinero y es imposible justificar que las obras estén paradas años. No es
un tren a ninguna parte, tampoco que se haya tirado el dinero. Simple y
llanamente no se sostiene que aquellos que un día abanderaron una obra, ahora
defiendan que no se avance ni un metro.
El
señor Hernando y el Gobierno saben que los 28 kilómetros del AVE
de Almería, casi terminados, se empezaron por ser los más complicados del
trazado. La pretensión, apoyada por todos, no era otra que llegar a la
conclusión de la obra en tiempo, en forma y en plazos.
Ahora,
zambullidos en una campaña de propaganda tan absurda como no creíble, tratan de
adocenar a los ciudadanos con un titular tras otro, creyendo que todo se logra
con una ceremonia de confusión y propaganda de niveles insospechados.
Olvidan
en el Gobierno que los ciudadanos hace mucho que dejaron de ser corderos.
Conocen con certeza quien para las obras, aquel que promete inversiones y no
las lleva a cabo y, lo que es más importante, quién o quiénes les tratan de
mentir, en un intento baldío por ganar tiempo.
Lo
fácil, señor Hernando, es decir la verdad. Es la única forma de imponer
coherencia a una situación que a usted, como en otras ocasiones,
lamentablemente se le ha ido de las manos.
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