Juan
Francisco Plaza Pérez
Comentarista
político
Hasta
ahora, uno había oído, desde tiempo inmemorial, comentar el bajo nivel y estofa
de la mayoría de la clase política en Almería. Pero a raíz de las últimas
noticias, que hemos podido ir leyendo en la prensa y escuchar y ver en los
demás medios de comunicación social, me atrevería a añadir, sin temor a la
equivocación, que la bajeza moral y la indignidad de nuestros dirigentes rayan
ya en lo inaceptable, y como un tumor maligno se van extendiendo de Administración
en Administración. Sobre todo en el área municipal de Hacienda, presidida por
la “ínclita” Sra. concejala Rafaela Abad Vivas-Pérez.
Rafaela Abad |
El
extraño episodio del “catastrazo” en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI),
afectando de paso, en su caso, a las plusvalías generadas; el más que
discutible impuesto del extinguido O.R.A. con un sistema caótico de
notificación de las sanciones e irregularidades manifiestas en los expedientes
de los ciudadanos entre los años 2010 y 2011, reconocidos desde la propia
administración local; los impuestos y tasas a pagar, que se sitúan de media
entre los más elevados de nuestro país con una pésima, cuándo no, nula
repercusión para los ciudadanos en contraprestación de servicios; que Almería
es una de las ciudades más sucias de nuestra piel de toro (solo hay que dar un
paseo por la Rambla
Federico García Lorca, arteria principal de la ciudad), y en
fin, así podríamos estar enumerando cientos de “lindezas”, que darían para
editar un largo “panegírico”.
Y
para colmo de males, como sufridos administrados, cuando nos cae la desgracia
de padecer, por las causas citadas o cualquier otra de las innumerables
existentes, el abuso o incompetencia de estos trincones de medio pelo, que nos
ha tocado en suerte mantener, apaga y vámonos. El rosario de penalidades y
penitencia que se nos viene encima es un viacrucis, que ríanse ustedes del
antiguo Cristo del Cáliz que subía al cerro de San Cristóbal desde el Convento
de Las Claras.
¡Ah,
y olvídense de pleitear por sus derechos contra “nuestra Administración y
nuestros “nobles” representantes”! No hay color. Lo tienen todo a su favor: tasas
judiciales disuasorias para nosotros y abogados gratuitos y en exclusiva para
ellos. Y si tenemos la ocurrencia de acudir a los medios de comunicación
social, Defensor del Pueblo, etc…
Para
ejercer nuestro derecho democrático al pataleo, hasta se permiten la chulería
de llamarnos directamente al móvil personal y recriminarnos que “así no se
dirimen los problemas”.
Y
durante la Semana Santa
pasada, que acabamos de dejar atrás -época de reflexión interior, sencilla e
íntima para quienes sean creyentes-, nuestros políticos se lucieron y dieron la
nota en los desfiles procesionales con alharaca, a cara descubierta,
pavoneándose por nuestras calles, con mantilla o báculo en mano, saludando con
efusión por doquier, con el trasfondo añadido, en esta ocasión, de unas
elecciones europeas y municipales a la vuelta de la esquina.
Y
uno, ante tanta farsa, hipocresía y atropello, no puede dejar de preguntarse,
honradamente, ¿nos merecemos esta Administración?
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