José
Fernández
Periodista
Los
aficionados a la novela negra reconocerán en la poderosa capacidad narrativa de
Simenon su talento para trazar perfiles delictivos y asumir las razones que
llevan a algunos personajes a cometer todo tipo fechorías. Su creación
inmortal, el comisario Jules Maigret, sostenía que no hay crímenes perfectos,
sino investigaciones imperfectas.
Y aunque,
como el comisario que nos acompañó en tantas tardes de verano, acabemos
poniéndonos en la piel del asesino para entender –que no perdonar- los motivos que
pueden empujar al homicidio, lo cierto es que al final todo se sabe. Por
minuciosa que sea la confabulación, siempre hay -como dicen los
pluscuamperfectos- un fleco con el que no se cuenta y acaba estropeándolo todo.
Por
ejemplo, en “Atraco perfecto”, esa vieja y estupenda película de Stanley Kubrick,
el aparentemente infalible asalto a un hipódromo se viene abajo cuando a la
mujer de uno de los miembros de la banda se le ocurre persuadir a su marido de que
no estaría mal traicionar al resto de la banda. Nadie contaba con eso y
finalmente todo acaba muy mal para los bandidos. Una conclusión ejemplar para
la pudibunda sociedad norteamericana, pero algo antipática para el gusto de
España, país que rinde natural tributo de afecto a los golfos por su esfuerzo a
la hora de trazar estrategias delictivas.
Pero
claro, una cosa es diseñar un endiablado embrollo societario de tres pares de
narices para poder saquear tranquilamente el Ayuntamiento de El Ejido y otra
cosa convertir al Patronato de Turismo en el cajero automático de cargos,
amigos y familiares del PSOE almeriense durante los años en los que ese partido
y sus adheridos sembraron de bochorno dicha institución.
Los
detalles que va destapando la investigación judicial (viajes, hoteles, comidas,
masajes…) revelan tales cotas de desprecio a la inteligencia a la hora de
delinquir, que más de uno va a tener que ir pensando en la cirugía estética
para poder volver a cruzar el Paseo.
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