Diego
Cervantes
Exteniente
de alcalde del Ayuntamiento de Almería
Almería,
para su desarrollo, necesita, como cualquier otra ciudad, actuaciones planificadas.
Deberíamos haber partido de un Plan Estratégico que diera satisfacción a las
aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos, y acordado por las fuerzas políticas
para su ejecución en el tiempo. No obstante, años pasados, aun sin dicho plan,
se mantuvieron actuaciones con estas pautas. La Rambla o el 2005 son
pruebas de ello.
Hospital Virgen del Mar |
Pero
después, coincidiendo con el mandato del actual alcalde, muchas inversiones y
obras dejaron de ser fruto de la planificación, y solo responden a intereses
particulares que posteriormente se justifican como medidas de necesidad pública.
Veamos
ejemplos de este erróneo proceder. Hace meses, utilizando a una empresa
municipal creada para promover viviendas protegidas, se realizó la compra del
céntrico edificio que fue primero el Hospital Virgen del Mar y luego se
convirtió en locales alquilados, en su mayor parte a la Junta. Tras acabar el
inquilinato y en tiempo de crisis, la salida económica del mismo era
insostenible. Los cuatro millones de euros pagados por todos los almerienses,
por orden de nuestro alcalde, han venido como agua de mayo a su propietario.
Tenemos
el derecho a preguntarnos: ¿Era necesaria esa compra por un Ayuntamiento que
tiene a medio hacer la
Plaza Vieja ? ¿Por qué no se definió y debatió en Pleno la
necesidad de la compra y se convocó legalmente un concurso público de ofertas? ¿Por
qué se utilizó a una empresa pública, creada para un fin social y hoy
transformada en tapadera para facilitar operaciones rápidas ajenas a su
cometido?
Se
empezó diciendo que el edificio se compraba para biblioteca y ahora se dice
oficinas, lo que demuestra que la decisión de comprar fue anterior a la
supuesta necesidad pública. Mientras tanto, el antiguo Ayuntamiento o el 18 de
Julio siguen en ruinas.
Otra
operación que pocos comprendemos es la compra de los edificios industriales en
la salida de Almería hacia el Cañarete. Tratándose de una vía de interés
general de Carreteras del Estado, en estos espacios tan pegados a los arcenes
resulta imposible una nueva construcción porque incumpliría el margen legal de
separación. Al ser zona de servidumbre, habría que esperar a la actuación del
ministerio con su anunciado proyecto vial de acceso al puerto y ciudad.
Pero
el alcalde, que tanto defiende las “competencias” de cada administración, hasta
en temas tan ridículos como “los mosquitos de la Junta ”, decide tomar cartas
donde no le compete. La justificación de embellecimiento de la zona contrasta
con los hechos reales. Se comienza comprando un extinto almacén de piensos que
también ¿por casualidad? favorece a una propiedad sin ninguna salida económica.
La
justificación también se modifica a lo largo del proceso. ¿Lugares de
restauración primero, jardines después, concurso internacional ahora? Un
urbanismo generado por la conjunción entre necesidades particulares y los
caprichos de un alcalde, no hace progresar a una ciudad, no responde a las
demandas ciudadanas y además resulta demasiado caro.
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