José
Fernández
Periodista
El
localismo excluyente siempre me ha parecido un disparate que, en caso de duda, me
confirman año tras año las febriles y posesivas evoluciones de los nativos
almonteños minutos antes de saltar la reja del Rocío. Y es que se empieza por
el rechazo del forastero para llevar al santo y se acaba por emular a las
brigadas de los Mártires de Al-Aqsa en sus animosos desfiles.
Digo
esto porque acabo de ver que mañana sábado comienza a funcionar el acceso
limitado a las calas de Genoveses y Mónsul, porque un año más entre Junta de
Andalucía y Ayuntamiento de San José volverán a poner ese inefable Checkpoint Charlie
de sombrilla y chancla. Un fastidio.
Siempre
me ha parecido que poner vallas en las carreteras de acceso a esas calas es una
medida que, puestos a establecer exclusiones, no debería afectar a los
almerienses. Compartiendo la necesidad de proteger tan preciado y precioso
litoral, no hay nadie en el mundo que conozca y asuma mejor ese mensaje que los
que desde niños hemos conocido esas playas.
Ya
sé que siempre hay excepciones y que borricos hay en todos lados, pero no creo
que ningún almeriense necesite que le expliquen la fragilidad del entorno y que
hay cosas que no se pueden hacer en esas playas, como arrancar plantas, dejar
el coche en cualquier lado, hacer fuego, acampar o, ya en el extremo de la
infamia medioambiental, hacer cuchifritos y barbacoas morcilleras.
Todo
eso lo sabemos. Lo que no entiendo es que eso deba suponer quedarte sin esas
playas. Entiendo que es difícil decidir quién puede y quién no puede pasar en
coche y que lo más fácil es poner un autobús en plan “vamos de excursión” y un
número limitado de accesos.
También
entiendo había días que la cola de coches enlazaba directamente Mónsul con el mismo
San José. Todo eso lo sé. Pero lo que también sé es que cada vez que ponen la
puñetera valla, somos muchos los que vemos esas playas en foto. Y siendo de
Almería, eso es algo que gusta más bien poco.
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