José
Barrionuevo Peña
Exministro
Han
pasado 11 años desde que empezó la construcción del hotel. Desde que la
justicia tomó la decisión de parar las obras llevamos 8. Conviene
recordarlo: el hotel de El Algarrobico tenía licencia para su edificación.
Durante tres años, de 2003 a
2006, se trabajó en su construcción sin problemas. En ese último año, cuando
estaba casi terminado, el juzgado nº 2 de Almería decidió la paralización
cautelar de las obras. Así están, paralizadas, desde entonces.
En
todo ese tiempo, los posicionamientos, políticos y mediáticos, han sido
prácticamente unánimes en contra del hotel. Los partidos, sin excepciones, los
medios, también sin ellas, lo que llaman agentes sociales -sindicatos- o los
profesionales del activismo, o del espectáculo medio ambiental, lo mismo. Hay
organismos y personas de criterio, distintos de los citados, que han
permanecido en silencio en todo este tiempo.
Ha
habido una minúscula e insignificante excepción, como si se tratara de la
pequeña aldea de Asterix: buena parte de los vecinos de Carboneras, el pueblo
en el que está El Algarrobico. Carboneras tiene unos 8.000 habitantes -mas de
1.200 son extranjeros-, una cementera, una central térmica y una desaladora,
más sus pescadores y sus agricultores.
En
ese pueblo, el Ayuntamiento de ahora -conservador-, lo mismo que el anterior
-socialista-, se ha atrevido a señalar, suavemente, su disconformidad con la
paralización de las obras y también con un posible derribo de lo construido.
Últimamente, un grupo de vecinos ha decidido manifestar su criterio. Lo han
hecho en el pueblo, en la playa ante el hotel o pintando, con sus propias manos
y medios, sobre lo que habían pintado militantes de “Greenpeace”, llegados de
otras partes.
Ese
humilde grupo de vecinos se atreve a disentir de los poderes unánimes, a
reclamar lo suyo y a plantear sus concretas reivindicaciones frente a lo
abstracto e ilusorio. Quieren los puestos de trabajo que les daría el hotel y a
que les apliquen la misma norma flexible que se ha aplicado en otros lugares.
No
se trata de que en todos esos lugares se aplique el mismo rigor que se pretende
para el Levante almeriense, sino de que aquí se aplique la misma interpretación
favorable y benevolente que en esos sitios. No es: allí también, sino aquí
tampoco.
No
soy optimista, pero sin serlo quiero expresar mi "digamos no" a
la insensatez de que la mayor inversión publica que se haga en el Levante
almeriense sea para derribar un hotel que se construyó con licencia. De paso,
deseo dejar constancia de mi afecto y solidaridad con los vecinos de Carboneras
que, tan solos, están luchando por sus intereses, su trabajo y su dignidad.
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