La decisión de Susana

Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía

“Ni idea y el que diga lo contrario miente”. Un dirigente del PSOE andaluz responde así a la gran pregunta de esta semana: ¿Optará Susana Díaz a la secretaría general del Partido Socialista? Todos la miran. Dentro y fuera de Andalucía. Esperan su gesto, una palabra que anticipe su decisión. No tardará mucho.

Susana Díaz
Este lunes hay reunión de la ejecutiva federal, se fijarán los plazos y los procedimientos para la elección del futuro líder y quien quiera optar deberá de decirlo de forma inmediata. Ella observa, espera movimientos, calla. No muestra nerviosismo. Todo lo contrario. En eso insisten en su entorno más próximo, aseguran que la dirigente andaluza no ha movido ni un músculo para liderar el partido. Ese es el relato que insisten en construir a su alrededor. Si finalmente Díaz da el salto a Madrid, sin renunciar a la presidencia de la Junta y sin convocar, de momento, elecciones anticipadas, es porque el partido la reclama como salvadora en una situación de emergencia.

Sería legítimo que tuviera esa ambición política y que se hubiera movido para ponerse al frente de un partido que está en la UCI, pero cuando a cualquiera de sus colaboradores más próximos se les señala esta afirmación, todos saltan como un resorte. Se puede considerar que forma parte de su estrategia, pero más allá de las interpretaciones lo cierto es que ella, en público y en privado, ha evitado postularse. Otra cosa es que durante los ocho meses que han transcurrido desde que accedió a la presidencia de la Junta, Díaz se haya trabajado, con mucho éxito además, su perfil nacional.

Nada más acceder al cargo se entrevistó con Mariano Rajoy. Ha tomado la palabra en el conflicto de Cataluña e incluso se reunió con Artur Mas. Ha visitado, por dos veces, La Zarzuela y mantiene una comunicación fluida con el Rey. Ha firmado convenios con los principales banqueros y empresarios del país. Se ha reunido, en privado o en público, con la gran mayoría de los barones de su partido y ha participado en actos políticos del PSOE en comunidades como Madrid.

Todo esto y la necesidad imperiosa de una voz fuerte en las filas socialistas han hecho que muchos miren a Susana Díaz como la tabla de salvación, la única opción posible para ponerse al frente del partido tras los calamitosos resultados de las pasadas elecciones europeas. Su único examen en las urnas fue precisamente el pasado 25 de mayo y, pese a la caída de 300.000 votos del PSOE en Andalucía y de haberse situado por vez primera en la historia por debajo del millón de votantes, fue una victoria importante. Los socialistas han vuelto a ser la fuerza más votada en Andalucía, a diez puntos del PP, y se ha situado doce puntos por delante del resultado del partido en el país.

Susana Díaz se ha labrado una trayectoria nacional. Eso es evidente. Lo ha hecho como presidenta de la comunidad con más habitantes del país, Andalucía, y con una agenda que la ha favorecido. Tendría todos los factores a su favor para optar a la secretaría general de su partido en sustitución de Alfredo Pérez Rubalcaba. Los barones de las federaciones más importantes del PSOE le han pedido que dé el paso. Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Manuel Chaves o José Antonio Griñántambién consideran que sería la líder más legitimada para hacerse cargo del partido. Pero tiene una cosa en contra: los tiempos.

La invitación le llega en el peor momento, solo ocho meses después de haber accedido a la Junta, a dos años de unas posibles elecciones andaluzas y después de que se haya llevado meses asegurando que su futuro no estaba en Madrid. Lo tiene que sopesar mucho, admiten en su entorno. Es una operación política con «grandes riesgos». Es casi una apuesta a todo o nada. Puede perder lo único que le queda al PSOE, Andalucía. Pone mucho en peligro, repiten muchos de sus colaboradores, que confían en que ella no oiga los cantos de sirena. Hay división de opiniones. Quienes son más del partido creen que no tiene otro remedio que asumir el timón del barco. Quienes son más del Gobierno solo ven riesgos innecesarios en este movimiento. Si se va, habría un cuarto presidente de la Junta en apenas cuatro años en una comunidad con un 36% de paro y el 30% de su población en riesgo de pobreza. ¿Lo perdonarían los ciudadanos?

Los socialistas andaluces están muy preocupados por cómo han transcurrido los acontecimientos desde que el pasado lunes Rubalcaba anunciara que daba un paso atrás. Está ocurriendo todo lo que no querían que pasara. Ruido, confusión, improvisación y guerras internas, lamentan uno tras otro los socialistas del Sur, que cada vez tienen más claro que sea como sea, con Díaz al frente o en la presidencia, son ellos los que deben de dirigir el partido a partir de ahora. Ellos quieren lo que pidió la secretaria general del PSOE andaluz ante su grupo, un congreso federal como el andaluz que encumbró a Díaz como secretaria general desde la unidad y con una mayoría abrumadora.

No les gustaba la opción de abrir el cónclave a la militancia pero ahora saben que no hay marcha atrás y desde luego no van a permitir que nadie atribuya a Andalucía algún movimiento en contra de esa fórmula. Creen que Rubalcaba ya se debería de haber ido y que fuera una gestora la responsable. «Que pase pronto», repiten. Díaz medita. Calibra pros y contras. Su decisión se conocerá ya. «En las próximas horas pueden suceder cosas».

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