Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
Los
empresarios se han plantado y han dicho basta al olvido a que el Gobierno está
sometiendo a las obras pendientes del AVE en Almería. Es una voz que clamará en
el desierto, pero al menos se oirá y, en todo caso, servirá para que la
ministra pueda continuar su insolente desdén hacia la provincia sabiendo que
sabemos (bien que sabemos: ahí está el desprecio hacia sus compañeros de
partido) que el balance de su gestión en Almería no pasará a la historia por
avance alguno en la llegada de la alta velocidad. No podrán decir lo mismo los
gallegos, que han visto como en los tramos pendientes de aquella comunidad ha
aumentado la inversión de forma notable.
Edición de hoy de La Voz de Almeria |
Acabo
de escribir esta frase y me alarma que los ilustrados que llamaron catetos a
los que censuramos que no hubiera ningún almeriense en el gobierno andaluz,
vuelvan a hacer uso del calificativo por fijarnos en la procedencia gallega de
la ministra y del presidente del Gobierno. Por Dios, cómo van a influir estas
dos circunstancias en el dato, cuantificado por la ministra, de que, entre enero
y mayo, Adif había licitado casi cuatrocientos millones de pesetas en la línea gallega.
Con
su rueda de prensa del lunes, los presidentes de la Cámara y Asempal han hecho
lo que debían. Lo que ahora debemos hacer el resto de ciudadanos es
acompañarles en la exigencia para fortalecerla. Ya sé que esta es una
aspiración condenada al fracaso; basta recordar que quizá la mayor
manifestación de queja por cuestiones provinciales protagonizada por
almerienses fue la celebrada en junio del 76 y tenía como objetivo censurar la
actitud del presidente de la Federación
Española de Fútbol por haber robado el sueño del ascenso a
Segunda de la Agrupación Deportiva
Almería. El “Porta a la horca” sonó con tanto estruendo en las calles de la
capital que su eco hoy sólo produce bochorno; no porque no estuviera
justificada la manifestación de entonces, sino por comparar aquel ruido con el
silencio (de antes y ahora) con que acallamos reivindicaciones, quejas y
agravios de muchísima más trascendencia que un ascenso futbolístico truncado.
Lo
peor de ese silencio, cómplice por sumisión, es que a veces es acompañado por
la censura hacia el que protesta. Ya verán como la trompetería comenzará a
sonar analizando si los decibelios utilizados contra el Gobierno del PP son
mayores o menores que los utilizados contra el Gobierno socialista en Andalucía
y, en su valoración, olvidarán la críticas durísimas (negándose incluso durante
meses a asistir a cualquier acto convocado por el gobierno autonómico), de la Cámara y Asempal a la presidenta
de la Junta
tras ser Almería la única provincia andaluza sin representación en el Gobierno
regional.
Para
muchos lo importante es mirar el dedo, no el lugar al que señala. Siempre
sucede igual y por eso siempre pasa lo mismo. En vez de unir energías, las
disgregamos; en vez de sumar, restamos. Las reivindicaciones y las protestas
son justas o no, independientemente de a quien vayan dirigidas y, en el tema de
la alta velocidad, como antes en las infraestructuras que son competencia del
gobierno andaluz, la realidad no admite dudas.
El
Gobierno y la Junta
siguen contemplando a Almería como aquella provincia que en el 76 jugaba en
tercera división. La historia de las infraestructuras provinciales ocupa el
último capítulo en el relato nacional o autonómico Siempre llegamos tarde o, lo
que es peor, siempre nos sitúan en un vagón perdido o de destino incierto.
Es
imposible predecir si las protestas, de antes o ahora, han tenido o tendrán un
efecto modificador del desdén que padecemos. Lo que está claro es que la
resignación ante esa injusticia facilita el olvido y nos envilece como ciudadanos.
Los
gobiernos pueden tomar las decisiones que consideren sobre Almería, pero los
almerienses debemos tener, al menos, la dignidad de la protesta, la decencia
del inconformismo y la dignidad de hacerlo público.
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