Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Los
rostros, con sus miradas. Y los pequeños mundos en los territorios de cada
rostro, lo que se sugiere, lo que se intuye. Están los paisajes, los escenarios
ocultos, el presentimiento de lo que puede haber en cada circunscripción de
color. Los colores con su propia independencia. Esquemáticos en la sobriedad.
Con cierto aire enigmático. Son los tiempos que el pintor Ginés Cervantes
Ballesta (Huércal-Overa, Almería, 1939), seguramente el pintor más
personal y creativo de la pintura almeriense actual, propone en su última
indagación, que presenta en la galería Arte 21 (calle de las Tiendas, nº 20) de
Almería.
Retrato de José Hierro |
Un
ejemplo para la contemplación vital: la mirada de José Hierro es dura,
encerrada, contemplando el interior del personaje poético, como un
sopor permanente, con multitud de cicatrices que, en realidad, son sus mundos,
los que la poesía es capaz de ejercitar desde la contemplación sublime del
poeta y sus silencios.
Otro
mundo de Ginés Cervantes va unido intensamente a su afición taurina. Los
toreros, el toro, son instrumentos para distintas formalidades, desde un ritual
religioso, transformado en espectáculo, hasta configurar la mística ante
el momento final, cuando el torero levita en su dramatización teatral.
Y el
enigma del paisaje, que el pintor reconvierte en horizontes que se transforman
con el tiempo. Por ejemplo: Campos de Níjar o la oscuridad roja del
cielo y de la tierra, o de la nube y el sol intuidos. Todo confluye en el mismo
momento, permanece en la quietud para que la contemplación sea
efectiva ante la reivindicación de la aridez.
Siempre
resurge el eco del mar, la cercanía del azul y sus formas, el sentido de la
tierra, de las rocas, de la escasez que se alumbra desde la brillantez del
color que el pintor domina con una personalidad que mantiene desde los
inicios de sus indagaciones.
Y
aparece aislada, escondida entre sus compañeros de exposición, La máscara,
refugiada en el secreto de una forma camuflada para sobrevivir. Con la misma
coherencia, el pintor responde aquí a su creatividad personal, se
abre a todas las formas vitales imaginables. Sin tener que dar explicaciones,
porque no las necesita. Ginés
Cervantes sigue en la búsqueda hasta el final.
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