Cristina Narbona
Exministra de Medio Ambiente
Cada vez que se produce alguna novedad sobre el Algarrobico aparece el recuerdo de Cristina Narbona, quien era ministra de Medio Ambiente cuando se paralizó su construcción. Narbona no se ha prodigado mucho en los medios sobre este asunto. Por eso recuperamos un artículo escrito en 2012 y publicado en El Huffington Post. Esta semana, quiera alcalde de Carboneras por aquel entonces y compañero de partido de la ministra, Cristóbal Fernández, ha declarado que Narbona paralizó la construcción del hotel por cuestiones personales. La exministra ha respondido mediante este tuit: "¿Exigir la Ley de Costas es un tema personal? Falso".
Anuncio de una concentración de Greenpeace con el Algarrobico |
El
ministro Cañete ha presentado un anteproyecto de reforma de la Ley de Costas de 1988 que, de
acuerdo con varios expertos, podría incluso resultar inconstitucional. Nuestra
carta magna de 1978 definió de forma bastante precisa el dominio público
marítimo terrestre (básicamente playas, dunas y marismas), y le otorgó un
régimen de especial protección, anticipándose así a muchas otras legislaciones
y a la propia Comisión Europea, en la configuración jurídica de un bien público
de extraordinario valor económico, ecológico y social.
El Gobierno pretende justificar
esta reforma por la "inseguridad jurídica" y los "efectos
indeseables" que ha comportado la aplicación de la norma. Sin embargo, los
mayores problemas -tanto de nuestro litoral como de los particulares con
propiedades potencialmente afectadas por la ley- se han derivado, precisamente,
de la tardanza en su desarrollo así como de su incorrecta aplicación por parte
de las tres administraciones, en un contexto bastante generalizado de ausencia
de directrices autonómicas de ordenación del territorio y de irregularidades
urbanísticas.
Entre 1988 y 2004 solo se aprobó el 60% del deslinde de nuestro litoral, lo que favoreció la concesión de licencias de edificación que no respetaban los limites previstos por
Desde el
inicio de mi mandato como ministra de Medio Ambiente aceleré los trámites de
todos los deslindes pendientes -hasta situarlos, al final de la legislatura,
casi en el 90%-; y por supuesto advertí, tanto al promotor del citado hotel
como al alcalde de Carboneras, de que cuando se culminara el deslinde, si se
mantenía el proyecto original, parte del hotel quedaría dentro de la zona en la
que la ley prohíbe cualquier edificación. El promotor siguió adelante con todas
las consecuencias una vez aprobado el deslinde.
El Ministerio inició el proceso
de expropiación y actualmente diversas sentencias abundan en la ilegalidad de
la obra, es decir, en la exigencia de su demolición. No es necesario cambiar la Ley de Costas para evitar
casos semejantes: lo que ha faltado es, en muchos casos, la voluntad política
de cumplir y hacer cumplir las respectivas obligaciones administrativas.
Desde
luego, la reforma anunciada no responde ni a la necesidad de proteger mejor el
litoral ni a la de garantizar mayor seguridad jurídica. No protegerá mejor el
litoral, porque cambia los criterios de deslinde -injustificable cuando apenas
está pendiente un 5% de la costa- a favor de una reducción del dominio público
y de la zona de protección: por ejemplo, excluye del dominio público
determinado tipo de dunas y restringe de 100 a 20 metros la zona de protección en el caso de
las rías; aumentará el uso privativo en dominio público al prolongar otros 75
años la duración de las concesiones reconocidas durante 30 años a edificaciones
construidas en las playas antes de 1988... y no contribuirá a una mayor
seguridad jurídica, a pesar de una lista de casos concretos que se relacionan
en un anexo del anteproyecto, en los que no se aplicará la ley hasta ahora
vigente. La propia selección arbitraria de esta lista suscitará incertidumbre y
litigios en muchos otros supuestos análogos.
Es
cierto que la deficiente gestión y la falta de consideración de la Ley de Costas (insisto, por
parte de las tres administraciones) ha propiciado que desde 1988 miles de personas
adquieran, en principio de buena fe, viviendas construidas en dominio público y
en la zona de protección, así como que se siga construyendo (y vendiendo) casas
en dichos espacios, incluso después de 1988.
Pero la respuesta no puede ser la
de cambiar la ley hasta desnaturalizar por completo el objetivo de protección
de un bien público establecido en la Constitución , sino como se comenzó a hacer desde
2004, analizar cada caso y sus posibles soluciones a la luz de la norma que
incluso permite, en supuestos justificados, la desafección del dominio público,
y por tanto, su uso privativo.
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