Algarrobico: Carboneras tiene la última palabra

Elena Torres
Periodista / Teleprensa

Las últimas sentencias que se conocen sobre el hotel Algarrobico -ese que tanto desprecian los ecologistas y entusiasma a los vecinos de Carboneras-, que reconoce que está levantado sobre suelo urbanizable y que la licencia  se otorgó conforme al planeamiento urbanístico existente, ha dado un importante giro a una actuación lamentable se mire por donde se mire.

El Algarrobico
La primera de ellas, desde luego, es la constatación, una vez más, de la lentitud con la que trabaja esta justicia. Cuando saltó la polémica hace ya casi una década, el entonces alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, un socialista ‘hasta las trancas’ que se vio enfrentado de la noche a la mañana con su propio partido ya que la ministra y consejera de Medio Ambiente de aquella época eran de sus siglas, ya tenía muy claro que la solución al conflicto generado podría ser lenta pero se expresaba convencido de que el hotel estaba en regla y que al final la Justicia le daría la razón.

Durante este tiempo ha ocurrido de todo. La vena ecologista que invadió a todos los socialistas que no son de Carboneras -allí tienen claro que quieren que el hotel se abra- les llevó a confesar las ‘dificultades’ que habían encontrado para tratar de buscar un resquicio con el que dar marcha atrás a una obra que hasta que no estuvo ejecutada en más de un 95% nadie percibió como dañina. Los ecologistas han asaltado el inmueble cuantas veces han querido sin ningún tipo de defensa por parte de las autoridades y nada ha sucedido.

Ahora todos se llevan las manos a la cabeza por la decisión judicial y mucho me temo que aún demos unas cuantas vueltas de tuerca más para demorar otro ‘poquito’ una solución definitiva a este embrollo.

Yo tengo la impresión de que el comportamiento, en general, hacia este inmueble ha sido demasiado irracional y únicamente han aguantado con paciencia y un gran hartazgo los propios carboneros que sólo se han pronunciado cuando se les ha preguntado pero han dejado hacer a unos y a otros a su antojo.

Desconozco las razones por las que los ecologistas se han cebado especialmente con este enclave cuando ¡hay tantas cosas para denunciar! Sin ir más lejos, esos acantilados de Aguadulce de los que pocas veces se habla y que dañan a la vista tanto o más que el ‘satanizado’ hotel.

Pero, como digo, llegados a este punto creo que se hace necesario un poco de cordura y, por qué no, buscar en la misma población carbonera  la solución  a un conflicto en el que especialmente tiene competencia directa.

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