David
Martínez
Montoya
Cuando
viajamos a lugares interesantes es inevitable que las personas hagamos
comparaciones con la tierra de la que procedemos. En este caso, la comparación es
terriblemente dolorosa y, en todo caso, odiosa por despertar un sentimiento de
envidia sana. Ayer
visité la finca Son Real en la zona norte de Mallorca. Se trata de una
extensión de 395 hectáreas de titularidad pública, que el Govern de les Illes Balears, equivalente regional de nuestra Junta de Andalucia, compró en el
año 2002 a
una propiedad privada.
Finca Son real, en Mallorca |
El
motivo de la compra es que se trata de una finca que reúne en poco
espacio, incluyendo parte del litoral, una bellísima muestra del
paisaje, historia, valores etnológicos, ecológicos y medio ambientales de la
cultura mallorquina, desde la más importante necrópolis romana de
Baleares hasta la idiosincrasia de la vida preturística de la
isla, recogida en una possessio en la que se ha habilitado un
interesante museo, convirtiendo el lugar en un recurso turístico importante
y diversificado del sol y playa.
No
sólo eso, sino que el Gobierno regional ha convocado dos escuelas-taller para la
rehabilitación de los edificios y el entorno, preocupándose incluso de
que sea realizada de forma consecuente con la época histórica en la que se
construyeron, utilizando materiales lo más tradicionales posible.
Cuando
un almeriense ve este cuidado y dedicación en preservar la historia y el
patrimonio de un lugar, inevitablemente le viene a la memoria el estado en el
que se encuentra el olvidado y casi derruido Cortijo del fraile en el
parque natural de Cabo de Gata-Níjar, un limbo casposo con multas
esperpénticas, cambios y ofrecimientos de propiedad surrealistas, despreocupación
absoluta del valor del edificio, etc., y al final el problema sin
resolver.
Claro,ante tanta apatía, tristeza y rabia, a uno no le queda más que
pensar que en Almería poner en valor un elemento histórico es una misión
imposible y más cuando las decisiones que se afectan al asunto se llevan a cabo
desde un gobierno regional al que poco o nada le importa lo que pase en una tierra
tan alejada del centralismo sevillano.
Cuando
el Cortijo del Fraile ya no exista,por la desidia de las Administraciones, ya
nos acordaremos de lo que pudo ser y ya no podrá ser, aunque eso
si, podremos visitar otros lugares donde sí saben cuidar y respetar lo que
tienen.
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