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La despersonalización de la prensa provincial

Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es

Ideal dedica una página y media a Lauren
Bacall y ni una sola línea a la película
que rodó en Granada. ¡Viva el periodismo
local... vasco!
La crisis de la prensa de papel está haciendo estragos. Es preocupante observar cómo algunos periódicos pierden su personalidad y se dejan llevar por lo que mandan las agencias, o simplemente publican artículos intemporales y de escaso interés o se limitan a hacer un corta y pego o lo que les envían los gabinetes de comunicación que reproducen con faltas de ortografía incluidas...

Una prueba de la despersonalización o de la pérdida de identidad de los periódicos provinciales nos la ha ofrecido hoy el periódico Ideal, editado por el grupo vasco Vocento. Dedica dos páginas a glosar la trayectoria artística de la actriz Lauren Bacall, fallecida ayer.

Pues bien, no dedica ni una sola línea a la película que Lauren Bacall rodó en Granada y que situó a esta provincia en las carteleras de todo el mundo, La India en llamas, una gran película con unas tremendas escenas en la línea de ferrocarril entre Guadix y Almería.

Claro, que todo tiene su explicación. Veámosla: la información la firma un tal Oskar L. Belategui. Hilen, pues, los hilos: Grupo Correo, nombre y apellido vasco..., en definitiva, que las redacciones de Ideal en Granada y Almería, esta información, ni la han olido. ¡Y viva el periodismo local!

Obviamente, al periódico y al periodista no se les ha olvidado una intrascendente declaración que Lauren Bacall hizo... ¿dónde?, ¿en Granada), ¿en Almería?... En San Sebastián, claro.

La India en llamas
Fermín Jiménez
Cine Club Universitario de Almería

Hoy presentamos una de aventuras, de las que completaban una espléndida sesión de tarde de las de antes. La India en llamas es una emocionante película repleta de intriga, acción, tiros, persecuciones, etc. que inevitablemente, comparada con el cine actual, ha quedado bastante anticuado. Pero este hecho no resta el interés, he podido comprobar personalmente como muchos espectadores contemporáneos, rememoraban con ilusión la película. Aunque no han tenido oportunidad de volver a verla, por que ni siquiera recordaban el título o el director, si conservaban aún la imagen de esa travesía interminable por toda la India en una antigua máquina locomotora, huyendo de las enfurecidas tribus que perseguían al valiente oficial del glorioso ejercito británico y su media docena de acompañantes, frente a las insalvables adversidades.

La India en llamas
Esta claro que se trata de una típica producción británica de finales de los cincuenta, destinada al consumo rápido de grandes salas atestadas de público, realizada con un presupuesto bastante moderado, que obligaba a plantearse el rodaje de las escenas de interior en los estudios Pinewood de Londres, y emular la aridez de los paisajes de la India planificando los exteriores en las cinematográficas estepas de la cercana comarca de Guadix, que por cierto, resulta plenamente reconocibles. Hoy día sería impensable concebir un rodaje con un contraste tan grande entres los distintos planos, pero en aquellos años consiguió la credibilidad del público presentando a una serie de personajes tan peculiares como los del legendario oeste. Es fácil recordar a los que compartían la turbulenta travesía de “La diligencia” de John Ford, (1939) por ejemplo.

La historia está inspirada en hechos reales, acaecidos a principios del siglo pasado, cuando ya se resentía la colonización británica de la India, ante los rumores de sublevación de las tribus musulmanas contra el maharajá de la provincia del norte, todopoderoso gobernador que guardaba debida lealtad a su majestad. Inglaterra corresponde enviando al valeroso capitán Scott a una misión imposible; tan solo su tenacidad, disciplina y obediencia conseguirá alejar del peligro, hasta llegar a Nueva Delhi, protegiendo la vida del heredero hindú: el príncipe Kisham, de seis años de edad, su institutriz americana y los demás acompañantes.

Resulta curioso que la vieja locomotora “Victoria” por la que nadie apostaba una rupia, es tratada como un personaje más dentro de la historia y el diverso grupo de personajes, que no conocen nada de los demás, van relegando sus diálogos al ritmo que requiere el tren para conseguir huir del enemigo. Si la máquina va andando, todo marcha bien y entonces la pareja de representantes de la embajada británica establecen un apasionado y filosófico debate con el cínico periodista en un usual tono de humor británico. Si la locomotora se resiente en sus atormentadas válvulas y peligra la supervivencia, el capitán habla, exactamente con el mismo tono dirigente, animando en todo momento a los pasajeros con el optimismo del héroe de la tropa, y sufrirá las encendidas réplicas anglófobas de la mujer americana. Pero ahí estará su amigo Gupta, el maquinista indio entregado a su misión de vigilar todo latido de su amada máquina locomotora que con sangre, sudor y lágrimas cumplirá con cada kilómetro de vía hasta tomar estación a salvo. La relación del capitán Scott y el mecánico maquinista indio traspasa la convención “Sahid/menial” a la que están acostumbrados los británicos respecto los indios y esa cualidad permanece en la memoria.

La India en Llamas se rodó entre Granada y Almería

No estamos en una película de las de Tarzán, con el intrépido cazador blanco sometiendo a todo ser viviente a su civilizada voluntad. Mas bien estamos ante una obra que continúa con la visión de la India de películas como Gunga Din (1939) o la brigada bengalí (1954) y que antecede la visión monumental de obras como Gandhi (1982) de Richard Attenborough o Pasaje a la India (1984) de David Lean. Contiene un rico y variado retrato de personajes que introducen, aunque levemente, su propio discurso político: rodada cuando tan solo hacía unos quince años que el imperio había concedido la independencia a la India, evidencia la intervención durante los turbulentos años del colonialismo británico. Todo un logro, tratándose de una producción británica, y que casualmente introduce un manifiesto fundamentalista por parte de los rebeldes musulmanes que adquiere absoluta actualidad ante la triste y evidente realidad del fanatismo de la guerra entre etnias y razas, antecediéndose con sabiduría histórica al conflicto de nuestros días. Además acertó al contar con Lauren Bacall.

2 comentarios:

  1. ¿Pero que me dice?, salvo el programa matinal de Carlos Herrera, "Herrera en la Onda", el resto de programas de Onda Cero en Cataluña se hace en catalán, incluyendo la publicidad, para los catalanes, pero se olvidan de los españoles hablantes que son el 50% pero en la clandestinidad, claro. ¿Es esa la personalización que Ud pretende?. Que los escolares catalanes, del Ebro p'abajo, no tengan ni puta idea de lo que existe. Que Ud. sepa de cine no quiere decir que no se le escapen muchas cosas del séptimo arte.

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  2. En mi opinión, en lugar de localismo puede haber otra palabra para definir esa obsesión de publicar los momentos en que alguna estrella pasó por Almería. ¿Y qué? También han llegado muchos famosos a Túnez, Honduras, Nueva Zelanda... Lo importante es cómo fue esa llegada: ¿fue importante para el cine? ¿Para el actor/actriz? ¿Para la Historia? Si no, sólo se hace crónica rosa. Pero si es lo que gusta...

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