Rafael
Torres
Periodista
/ La Voz de
Almería
Una
consejera de la Junta
dijo un día que el hotel El Algarrobico era feo, pero legal. Pues bien, ninguna
de las dos cosas. No es feo, sino espantoso, y, tras rodar el caso por todos
los tribunales habidos y por haber, ilegal.
Que
constituye un delito gravísimo contra la
Ley de Costas y que invade los dominios de titularidad
pública se recoge en sentencias firmes y ya no recurribles aunque parezca
mentira, de suerte que con eso, sólo con eso, ya se podría empezar su derribo
mañana mismo.
Otros
flecos pueden seguir dando tumbos por los tribunales, y seguir empantanándose
al gusto de cada cual (un mismo tribunal llegó a emitir dos sentencias
opuestas), pero la ansiada demolición del patético engendro sólo depende ya de
la voluntad política de los gobiernos regional y central, si bien eso, por
desgracia, refrena cruelmente la esperanza de una pronta ejecución.
En este
largo sindiós de El Algarrobico llaman la atención muchas cosas, pero también
una que no ha parecido llamársela a nadie: ¿Por qué no se explica a los vecinos
que defendieron ese sepulcro de la Naturaleza por los empleos que
supuestamente generaría en la zona, que su complejo derribo y la no menos
compleja restauración del espacio natural generarán también, y de seguro,
puestos de trabajo?
¿No
piensa en ellos la Junta
para la labor? ¿O es que no tiene todavía, a estas alturas, un proyecto para
devolver a los españoles lo que les pertenece tal cual era y estaba cuando se
les robó? ¿Tan difícil le es a la
Junta transmitir a la gente, a todos, que esa mole gigantesca
y ridícula representa, para todos, el mal?
No hay comentarios:
Publicar un comentario