Emilio Ruiz
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Los
socialistas de Carboneras tienen motivos para estar cabreados. El Algarrobico
era su obra emblemática con Cristóbal
Fernández en la alcaldía. Se quedaron a unos meses de cortar la cinta
inaugural. Pero se les cruzó por el camino la persona a la que José Luis Rodríguez Zapatero hizo la
encomienda del Medio Ambiente, Cristina
Narbona, que delegó, de facto, la gestión ministerial en los ecologistas de
Greenpeace.
José Luis Amérigo |
Cristóbal Fernández fue el candidato a
alcalde más votado. Un pacto PP-Gícar situó en la alcaldía a Salvador Hernández. Fernández dimitió
de concejal y dejó la voz socialista en el consistorio a su sobrino José Luis Amérigo, que se ha tomado el asunto
como algo personal.
El
Algarrobico está condenado. El PSOE de Carboneras no lo quiere ver. Cree que la
razón le ampara. Da igual. Es una batalla librada. Y perdida. Una de las últimas
decisiones de los socialistas locales roza el esperpento: quieren que el
Ayuntamiento denuncie a los “ciudadanos, administración o asociación que
perjudiquen con sus acciones la marca Carboneras”. Vaya, todos a la cárcel, que
diría Berlanga.
Francisco Conejo, secretario de
Política Institucional del PSOE, ha recordado a sus correligionarios carboneros
que el fin del hotel está en el derribo. Y Susana
Díaz, que es una ejemplo de especulación urbanística, y, como tal, caput. José Luis Sánchez Teruel tampoco se ha
callado: “Es un símbolo conocido en todo el mundo de la destrucción generada
por la especulación urbanística, y como tal símbolo tiene que desaparecer”. ¡Pues
cómo hay que decírselo, pues!
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