El
País
Editorial
El diario El País publica un editorial sobre la actuación de la juez Mercedes Alaya que por su interés y sin entrar en valoraciones, que corresponden al lector, reproducimos:
Es
imposible desvincular la dimensión social de la figura del juez estrella de la
actuación de algunos magistrados que parecen olvidar el principio esencial de
la justicia penal, centrado en la investigación y juicio de hechos concretos.
Prueba de ello son las iniciativas de la juez Mercedes Alaya, que ha decidido
investigar la totalidad de los fondos públicos utilizados por la Junta de Andalucía para
formación durante 12 años consecutivos y los cursos impartidos por patronal y
sindicatos desde 2001. De ahí su petición a la Junta de una documentación cifrada por la propia
magistrada en más de dos millones de folios, frente a los 300.000 que ocupa el
caso de los ERE.
La juez Alaya (Foto: Sur) |
Alaya lleva mucho tiempo bordeando las funciones fijadas
por la ley al instructor. Ocultación de pruebas al fiscal y a las defensas,
retrasos de hasta tres años en la toma de declaraciones a imputados, riesgo de
prescripción de delitos (ya le ocurrió con los hermanos de la ministra Fátima
Báñez en el caso Mercasevilla) o sostener que el Presupuesto andaluz ha sido
falseado. Ha tardado mucho en elevar al Supremo la parte de los ERE que afecta
a aforados (entre ellos Manuel Chaves y José Antonio Griñán) y, cuando lo ha
hecho, se ha comprobado que lo esencial se basa en conjeturas. Ahora Alaya
pretende otra investigación mucho mayor, y con posibilidades aún menores de
llevarla a término en plazo razonable.
Existen
suficientes indicios de que la herencia de anteriores equipos de la Junta de Andalucía está
plagada de irregularidades o deficiencias de gestión. En el caso de los fondos
para formación, esas prácticas han sido similares en otras partes de España. La
crítica a la gestión del Ejecutivo es obligada en el ámbito político, pero
queda lejos de la justicia penal.
No
se trata de ahorrar sinsabores a antiguos cargos del PSOE, como seguramente
dirán los demagogos de turno, sino de mantener la confianza en la independencia
judicial. Ya vale de búsquedas indiscriminadas que alimentan el populismo con
el que se pretende descalificar a las instituciones ante el pueblo, a lo cual
contribuye la confusión de gestiones discutibles con comportamientos
delictivos.
La
fiscalía y los tribunales correspondientes deben intervenir si la magistrada no
se corrige a sí misma. Los delitos han de ser investigados y juzgados, sin la
menor duda; las causas generales no caben en una democracia digna de tal nombre.
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