Pedro
M. de la Cruz
Durector
de La Voz de
Almería
El
alcalde de Almería inició esta semana el curso político en la cadena Ser con una
entrevista en la que recorrió desde las obras pendientes a la reforma electoral
y desde las relaciones con la
Junta hasta el balance de feria (por Dios, que alguien acabe
con este ritual en el que cada partido dice tras la traca final lo que había pensado
antes de que comenzara el Pregón). Todos los temas estuvieron sobre la mesa.
Pero hay un detalle en sus declaraciones que, aunque pudo pasar desapercibido
en una entrevista de tan amplio espectro, me parece que, por su contenido y por
el momento en el que fue dicho, revela un concepto que debería ser asumido no
sólo por quien lo dice -en este caso el alcalde- sino por quienes son sus
destinatarios: los ciudadanos.
Dijo
el alcalde el martes y aludiendo al reto del AVE que, una vez que la alta
velocidad llegue a Murcia, “será la presión de la ciudadanía como tal la que
consiga que las inversiones, a partir de entonces, estén focalizadas en Almería”.
La ciudadanía. Esa es la clave.
La
política es una cuestión tan importante en la vida de cada uno de nosotros que
no hay mayor error que dejarla sólo en manos de los políticos. La gestión
corresponde democráticamente a ellos, pero los principios que determinan y
configuran las líneas por las que circulan las decisiones tienen que verse
influenciadas por la opinión y la acción de los ciudadanos.
Luis
Rogelio apela en sus declaraciones a la presión colectiva como el mejor
instrumento para que esta aspiración no caiga en vía muerta otros cuatro años
más. Y lleva toda la razón. Nada (o muy poco) se consigue delegando en la clase
política las reivindicaciones compartidas.
El
comportamiento democrático no se reduce a un día de voto y cuatro años de espera.
El Despotismo Ilustrado que prometía todo para el pueblo pero sin el pueblo es
una obsolescencia del pasado. Los nuevos tiempos exigen respuestas nuevas y las
viejas recetas ya no son atractivas ni en los anaqueles de la rebotica
política. El mundo, la sociedad, ha cambiado y a las nuevas preguntas no se les
puede responder con viejas respuestas.
El
acto de los empresarios en el teatro Cervantes reivindicando el AVE y las demás
infraestructuras para la provincia debe ser el primer paso de una gran marcha.
Un camino que debe recorrerse con los políticos, no contra los políticos. Sumar
es siempre más provechoso que restar.
Es
posible que alguien entienda que el hacer juntos el recorrido puede conllevar
el riesgo de que la cercanía aminore el nivel de intensidad de la
reivindicación. No lo creo así. Cuando se tiene la meta clara y el objetivo diáfano,
la tentación de la debilidad no encuentra huecos por donde entrar.
Diego
Martínez Cano y José Cano, presidentes de la Cámara y Asempal, los empresarios y los
almerienses en general no van a sufrir en esta larga marcha el síndrome de la
subvención. No vivimos en una provincia subsidiada. Lo alcanzado se ha forjado
en el trabajo y en la inteligencia. Es verdad que las Administraciones han
colaborado -aunque casi siempre tarde y poco-, pero de esa escasa consideración
por quienes nos gobiernan, gran parte de culpa la tenemos los almerienses que
no hemos sabido alzar la voz más allá del desahogo y la queja individual.
El
alcalde lo dijo el martes con claridad y valentía: La velocidad en llegar del
AVE dependerá del nivel de exigencia que mantenga la ciudadanía, que
mantengamos todos. Los ciudadanos que no luchan por lo que les corresponde no
tienen derecho a quejarse. El alcalde ha dicho lo que debía y tenía que decir. A
ver si los almerienses estamos donde debemos y tenemos que estar.
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