Antonio Felipe Rubio
Periodista
Se me hace cuesta arriba entrar
en la dinámica de valoraciones sobre la Feria de Almería. La diversidad de
criterios sobre la manera de divertirse nada tiene que ver con la ideología. No
se establecen las pautas del divertimento en función de progresistas o
conservadores; bastante intervencionismo padecemos en nuestras vidas y
haciendas como para reclamar, criticar o aplaudir cómo nos facilitan o
dificultan los políticos el disfrute de festejos; cosa que hacemos con nuestro
dinero, en compañía de quiénes nos plazca, y allá dónde nos dé la gana.
Recinto ferial |
La Feria, como todas las ferias,
tiene su origen en una actividad socioeconómica que, posteriormente, la Iglesia
vinculó al santoral. Y como actividad social y económica ha de ser la sociedad
civil la que potencie y module actividades, atractivos, novedades, tradiciones…
y pertrecharse y engalanarse para tal fin. Al Ayuntamiento habrá que demandarle
su disposición para dotar de infraestructuras y organización allá dónde no
llegue la iniciativa privada y, en lo posible, evitar “interferencias” en el
desarrollo de la actividad cotidiana que, por ser feria, no se detiene, ni ha
imbuirse por decreto en la vorágine.
Un ayuntamiento no puede ser
objetivo de las críticas por unos churros correosos, un cubata de garrafón,
ambiente en las casetas particulares… otra cosa es la seguridad, organización y
el programa que le compete.
El éxito o fracaso de unas
fiestas puntuales debería actuar como argumento de reflexión sobre nuestras
capacidades para afrontar y mantener el nivel de calidad y profesionalidad que
exige la actividad económica fundamentada en el turismo y la hostelería. Al
margen de los ambigús, la restauración estable y tradicional ha respondido muy
aceptablemente ante una demanda cada día más exigente en los niveles de confort
y calidad. Por otro lado, la ocupación hotelera que alcanzó un 90% es más que
un síntoma de la aceptación de Almería por parte de un visitante que no nos
podemos permitir defraudarle.
Es lamentable que se centren las
críticas o los aplausos en “garruladas” recurrentes, desviando la atención de
lo realmente importante y que nos infringe un daño irreparable en la marca
Almería.
No entiendo cómo no se entra a
analizar qué sucedió para llegar al lamentable espectáculo del Hotel Bellavista
(Roquetas) y Alcazaba Mar Hotel (Almería); ambos pertenecientes a la misma
cadena, y con las conocidas señales previas de conflictos laborales, crisis
societaria y colapso económico. ¿Acaso las autoridades de Turismo de la Junta
no sabían de qué iba la cosa y en qué podía terminar el conflicto? ¿Se
intervino en modo alguno para evitar el lamentable espectáculo a través de la
prensa nacional y extranjera? Y lo peor es que no cabe posible resarcimiento
para las víctimas del maltrato y sirve de aviso para posible clientela.
Quisiera pensar que sólo son
inútiles y no tan malvados los que velan por nuestros intereses; pero cuesta
entender que se dé lugar a situaciones como El Algarrobico que, gracias a la
Junta de Andalucía, pudo alcanzar el 93% de la construcción y se mantiene como
el tótem de los horrores contaminando a los almerienses como cafres
medioambientales. Así mismo, las autoridades de la Junta, con plenas
competencias y una legión de burócratas y sagaces inspectores, hayan dado lugar
a la pésima prensa que podría haberse evitado con una oportuna acción que
evitase los innumerables reportajes, más propios de una accidentada aventura
por el Serengueti.
La Junta ha de controlar y
evitar -como ocurre en la agricultura- el envío de productos fuera de norma a
los mercados; igualmente, ha de evitar la recepción de clientes para prestarles
servicios deleznables… y ya sabemos lo que acarrea una mala prensa en
agricultura; pues en turismo, igual o peor.
No obstante, esto tiene camino
de arreglarse. Una encuesta da al PSOE de la Junta de Andalucía ganador de las
elecciones autonómicas. ¿Qué mejor refrendo para persistir en una gestión
“ejemplar”?
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