Emilio Padilla Chirveches
Periodista
Espectáculo
bochornoso, censurable, reprochable, deleznable, condenable... el que
protagonizaron el viernes pasado los hermanos Llamas en el transcurso de un
pleno ordinario, con la descalificación grave como arma arrojadiza y el salón
de plenos del Ayuntamiento de Cantoria como escenario de su campo de batalla.
Llamar "hijos de puta" y "cabrones" a los concejales el
PSOE, interrumpiendo con esa actitud anormal el normal funcionamiento de una
sesión plenaria, revela, en gran medida, el talante democrático, brazo en alto,
de ambos personajes que, estoy, seguro, llevan a flor de piel ese cable suelto
que los españoles llevamos, sumergido en bilis, en algún lugar de nuestro
corazón, que bien puede traducirse como el rencor de la pura "mala
leche" que se revuelve contra los que osan poner en peligro sus intereses
creados.
Pedro Llamas, exalcalde de Cantoria |
Retar a un concejal socialista a llegar a las manos en la calle y luego no
hacer nada, pura bravuconería, indica, a las claras, que hay ciertas personas
nacidas para no ser humanos, aunque traten de disfrazarse a cada paso que dan,
como saben hacerlo a lo camaleónico, para hacer y deshacer a su antojo mientras
los ciudadanos se lo han consentido con sus acciones u omisiones; y ponen de
manifiesto lo machitos que somos de boca, cuya limpieza diaria se hace
aconsejable.
Que el fruto de esos insultos, que no conocen ni conocerán nunca de argumentos, fue la denuncia judicial de cuatro concejales y dos funcionarios del Consistorio para expresar la realidad que todo el pueblo comparte, salvo sus incondicionales agradecidos, que no es otra que la presunta actuación de Pedro Llamas como alcalde de facto, una vez inhabilitado (expulsado) del cargo, pone de manifiesto la pasta de la que están hecho un cadáver político y su mano derecha temblorosa por lo que pudiera venirles encima en tiempos venideros (el peso de la justicia es lento, pero inexorable).
A veces, según los personajes que los protagonizan, por supuesto, los insultos y descalificaciones y el alcance que éstos-as tienen, no se pueden imaginar hasta que suceden, pero cuando llegan con esa virulencia desmedida en el lugar menos indicado, por expresa ley de funcionamiento y conductas, la condena debe ser más reprochable y ejemplarizante, pues actúa directamente contra la línea de flotación del sistema democrático que debe imperar en su buen uso y disfrute.
Conductas como éstas hay que sepultarlas en el negro olvido y son la llave para comprender el pasado, el presente y, a veces, el futuro de personajes de novela negra que, bien aprendido el papel, se muestran con el rencor siempre dispuesto a simplificar a cada paso, a cada acción, cuando el aire sopla desfavorable y preámbulo de la tormenta que se avecina cuando el peso de
Nadie, absolutamente nadie, puede se admirable si actúa de forma contraria a las exigencias básicas del normal comportamiento humano. Repugna y entristece, pues no es de ahora, que en este rincón de la Andalucía más murciana (por raíces históricas), la inteligencia o el valor del adversario no sean a menudo respetados y admirados cuando se alían con el deber de toda oposición política de llevar al escenario su guión fiscalizador de la gestión del gobierno de turno, herramienta clave para no identificarnos con esa banana de república que sigue prodigándose según las regiones y sus territorios y a la que, a cada paso, con personajes como éstos, nos acercamos más, y eso duele.
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