Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista, Asociación de Escritores y Críticos de Cine de Andalucía, ASECAN
Es
posible un cine del silencio, donde la imagen es la esencia de una narración,
en la que las palabras de los personajes no son necesarias para la
contemplación de la vida de una familia campesina en una pequeña isla del Este
de Japón. La realidad es una vida austera, dura, no exenta de dramatismo. La
descripción de esa vida se transforma en un gran poemario de imágenes, música y
sonidos de un entorno natural sin que resulte contradictorio.ç
La Isla Desnuda (1961) |
Eso lo ha hecho
posible el cineasta japonés Kaneto Shindo, un autor de los grandes clásicos del
cine japonés, con su película La
Isla Desnuda con la que obtuvo el gran premio del Festival
de Cine de Moscú (1961). La película ha sido rescatada afortunadamente por el
Cine-Club Almería en la programación del curso 2014/2015.
Kaneto
Shindo entra en un proyecto, en cierto modo experimental, como un recuerdo de
su niñez campesina, con el criterio de que el silencio es la mejor de las
palabras en el mundo rural. Hay un hilo destacado en la iniciación: la banda
musical, para conducir el ritmo de las imágenes y aportar a la fotografía otro
elemento esencial de la película.
La
película exige al espectador adentrarse en la lentitud inicial de su historia
sin palabras, a través de las miradas, el movimiento, la música y los sonidos
en torno al aire, el agua y la tierra. En definitiva, un retrato sobrio, duro y
poético de una familia campesina en la soledad de una isla, un pequeño mundo al
margen, totalmente vigente.
Este compromiso con la realidad convierte a La Isla Desnuda en una
extraordinaria película, bajo la aureola de un “Cine maldito” necesario, que se
convierte, también, en un ejemplo a seguir frente a los desvaríos del cine del
siglo veintiuno.
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