Antonio Felipe Rubio
Periodista
De
todas las especulaciones y disparates que han fluido como consecuencia del
“incidente ébola” en Madrid me ha impresionado especialmente el serial
mediático y la movilización social a raíz de la muerte de Excalibur, el perro. Seguramente
habrá centenares de miles de españoles ajenos a la historia de la vida de los
santos, concretamente de San Francisco de Asís y su amor por las otras
criaturas de Dios, los animales. Posiblemente, Jorge Manrique y sus Coplas por
la muerte de su padre aparecerán ignotos para una multitudinaria legión de
“sensibles” de la Red
y el sensacionalismo mediático; sin embargo, Excalibur ha logrado romper las
fronteras del misticismo literario, la hagiografía… y más allá.
"Todos con Excalibur" (Foto: El Confidencial) |
Curiosamente,
la primera -hasta ahora- única dimisión constatada está relacionada con la
eutanasia del perro. El jefe del operativo que eutanasió a Excalibur ha
sucumbido ante una presunta insoportable carga de conciencia bajo la presión
mediática que le ha convertido en verdugo de martirologio.
Desconozco
si ha existido una abrumadora petición de dimisión del técnico que acabó con la
vida del can tan evidente como la que se cierne sobre la ministro o el
consejero. En cualquier caso, queda demostrado que a mayor exigencia crece la
resistencia. Y esto lo vemos en la contumacia reiterada del consejero de Salud
de la Comunidad
de Madrid que, displicente, sobrado y comido no duda en aportar argumentos
inquietantes sobre el fallo de seguridad en el protocolo y, de paso, señalarse
como autosuficiente que no necesita -como otros- aferrarse al cargo para
subsistir. Todo un mensaje para sus compañeros que han hecho de la política y
el cargo su modelo de vida sin alternativa conocida.
Confío
en los avances técnicos tanto como me defrauda la estolidez de los usuarios que
los utilizan en una espiral de sinergia perniciosa. Y lo afirmo por el efecto
desencadenante del mensaje colgado en la
Red por Javier Limón (esposo de Teresa Romero) pidiendo ayuda
para salvar a su perro. A partir de ahí, emerge un movimiento de “salvación”
que, ajeno a criterios científicos y de seguridad, emprende una cruzada que,
entre otros argumentos de protagonismo enfermizo, posibilita el “atractivo” de
arremeter contra la Policía
(¡asesinos!) y organizar manifestaciones, protestas, exhibiciones, declaraciones…
hasta llegar al éxtasis viral de ofrendas florales, altares, panegíricos… Un
disparate.
La
transparencia y la inmediatez mediática también tienen su lado oscuro cuando se
da oportunidad a la interferencia oportunista que busca protagonismo. Recuérdese,
salvando las distancias, la procesión fúnebre por la “muerte” del Toblerone.
Aún podría estar en pie ese engendro de haber dado tiempo suficiente a los
activistas que se aferraron a su herrumbrosa existencia. Y es que a cualquier
acción le secunda una reacción; más virulenta si se apoya en argumentos
radicales y sectarismo incendiario.
Gracias
a los medios de comunicación sensacionalistas y a los oportunistas radicales
estamos mostrando los flancos indefensos de nuestros miedos y la brecha del
acceso al caos. Somos incapaces de consolidar la confianza en una sociedad
democrática que, con sus defectos, garantice la seguridad y la estabilidad; al
contrario, nos mostramos débiles, sobrexcitados y abrumados por enemigos
peligrosos y mortíferos que, en realidad, son sólo rivales políticos o
discrepantes ideológicos.
Alguien
estará tomando nota de lo que nos estamos haciendo. No escasean mártires del
cinturón de explosivos… y el virus ébola también produce un enorme estallido.
No digo más.
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