José
Manuel Bretones
Periodista
Cuando
en el año 2000 trabajaba en comunicación de la UAL y se organizaban cursos de verano de tronío, el
vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fue al Campus para ofrecer una
conferencia. Metidos en el complejo organizativo que cuesta traer a esta ciudad
a un vicepresidente, también es donde escuchas cosas, ves situaciones y
confirmas sospechas, ya que la proximidad con el alto cargo deja una estela de
irrefutables contradicciones y de futuros desalientos.
Aquel
10 de julio de 2000, Rajoy ofreció una charla, digna de un Honoris causa, pero
era un curso de verano de altísimo nivel, del ciclo Periodistas del
Mediterráneo. Ha venido dos veces más, pero ahora Rajoy regresa a Almería como
presidente 5.212 días después. Mucho tiempo para comprobar que aquellos anhelos
del inicio del milenio son una tortuosa realidad, un puñal clavado donde más
nos duele: el aislamiento; el cáncer del almeriensismo.
Entonces
Rajoy prometió que el Gobierno haría todo lo posible para que el Euromed
llegara a Almería en 2005. Es más, afirmó que habría respaldo para la doble vía
con Murcia. De ese tren mediterráneo no queda ni el nombre y en el 2014 sus
túneles están construidos y tapiados. Una vergüenza. Desde entonces, Aznar, ZP
y el propio Rajoy -con el inestimable torpedeo de la Junta- no han querido
solucionar nuestras demandas. España ha cambiado, pero aquí, a peor. Tenemos
menos que cuando Cascos era ministro de Fomento. Así nos va: postergados y
enriqueciendo el PIB.
En
el 2000, cuando se hablaba de Rioja como cuello de botella, y el PSOE afirmaba
que con ellos el AVE estaría en un lustro -luego ya se vio que también era
mentira-, la palabra resumen de nuestras ansias era Euromed. Un término que los
políticos se fueron encargando de diluirlo. Hoy, a un veinteañero le dices
Euromed y cree que es un billete nuevo. Ahí está el eterno problema del
aislamiento.
La
clase política, excepto alguno, carece del peso suficiente -por no llamarlo de
otra forma - para exigir dineros. Nuestros representantes han sido obedientes
con los suyos y si había que decir amén, se decía. Claro que, en los 80, hubo
diputados geniales que por la mañana votaban en contra de Almería y por la
tarde encabezaban una manifestación exigiendo lo contrario.
Rajoy
está en Almería como presidente y debemos felicitarnos. Lo lamentable es que
tuvieran que transcurrir otros 5.212 días para que los almerienses seamos igual
que los ciudadanos de Calatayud. Vamos, como los que tienen el AVE.
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