Juan
Torrijos
Periodista
Empezó
siendo el sindicato con más poder dentro de la Policía Local , el
CSIF; se ha sumado la oposición y, lo más grave políticamente para ella, los
vecinos toman la calle con su nombre como campaña: María Muñiz es la culpable
del botellón. Venganza por un lado, oposición y oportunismo por otro y enfado general
y lógico de los vecinos.
Recordará
la señora Muñiz unas elecciones municipales en las que su partido no consiguió
la mayoría absoluta y gobernó el PSOE con IU. En aquella ocasión fueron los vecinos
del centro y por las aceras del Paseo que no veían el final los que le dieron
la espalda al PP pasando de votarle.
María Muñiz |
Tenga
cuidado, don Luis, que los vecinos de ese mismo entorno se han levantado contra
ustedes y en mayo les pueden pasar la factura de los chicos del botellón. El problema
no tiene una fácil solución. O por lo menos yo no la conozco. Alguien debería conocerla,
digo yo.
Algunos
apuntan a que haya más policías en la calle. Bien. ¿Y qué hace esa policía,
multar a los jóvenes por beber en la calle, los mete en el calabozo por orinar en
los portales, por cantar en las plazas? ¿Cuántos policías hacen falta en las
calles para multar o detener a los miles de jóvenes que salen el fin de semana
a hacer el botellón?
¿Les
buscamos un recinto donde mantenerlos a recaudo? Vale. ¿Alguien nos puede decir
dónde está ese recinto? ¿Seguro que no molestará a otros vecinos? ¿No estaremos
desvistiendo a un santo para vestir a otro, sin encontrar esa solución
definitiva por la que suspira parte de la sociedad que la soporta?
Tras
siete años de una relativa tranquilidad nuestros hijos vuelven a llevar a las
calles la movida de la noche. ¿Nos ha enseñado algo el tiempo de tranquilidad
vivido? ¿Dónde han estado nuestros hijos durante estos años, a qué se han dedicado,
por qué vuelven a las calles?
Alguien
debería poder dar contestación a estas y otras preguntas sobre la vuelta del
botellón a las calles de Almería. Somos capaces de llegar a las estrellas y
hasta verlas dando vuelta alrededor de nuestras cabezas, pero no hemos sido
capaces de investigar durante siete años de tranquilidad lo que estaban
haciendo nuestros hijos, cómo se divertían y si habría que adoptar medidas ante
un futuro que nos ha vuelto a explotar en las mismas narices. Y ahora, ¿qué?
Que se fastidien los vecinos, ¿no? Que se aguanten.
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