Delia, la ‘pediatra’ que todos los niños querían

Emilio Ruiz

La noticia de que Delia, la pediatra –ahora, presunta pediatra- que durante varios años ha asistido a los niños del Levante almeriense desde el Centro de Salud de Vera, ni siquiera tiene el título de licenciada en Medicina ha sido una sorpresa para todos los que la conocíamos. Es ésta la segunda vez que me encuentro de cerca con profesionales sanitarios que carecen de la cualificación adecuada. Hace varias décadas, en mi pueblo, Los Gallardos, ejerció como titular de la plaza de ATS un buscavidas que había falsificado el título mientras guardaba prisión en El Acebuche por hurto y otras diabluras. Un día se presentaron en el pueblo dos coches de la policía nacional y se lo llevaron esposado. A partir de ese momento todos los vecinos entendimos por qué, cada vez que el falso practicante tenía que poner una inyección en vena, hacía salir a los familiares de la habitación del enfermo. No sabía ponerla y no la ponía. Las otras inyecciones, las intramusculares, no las ponía mal y de hecho a mí me inyectó para curarme alguna que otra gripe.

Centro de Salud de Vera
El caso de Delia es distinto. Delia cumplía con todos los parámetros de lo que se puede considerar como una buena profesional. Basta con preguntarles a las madres de los niños que atendía. Era atenta, laboriosa, cariñosa y casi siempre acertaba en sus diagnósticos. Ahora, tras saber lo ocurrido, comprendemos mejor por qué con tanta frecuencia derivaba hacia el hospital de Huércal-Overa a niños con síntomas aparentemente leves. Lo hacía por prudencia y responsabilidad.

No es mi deseo, con estas líneas, justificar o aliviar lo que parece un hecho delictivo. Nada más lejos de la realidad. Si se confirma lo que se dice, o sea, que tiene un título falso de licenciada en Medicina, Delia debe soportar las consecuencias de la aplicación de una ley que en estos casos es suficientemente rigurosa. Debe soportar eso, que no es poco, pero nada más. Sobran el ensañamiento, la ofuscación y el escarnio.

No sé, aún hoy día, qué ha podido pasar. Delia es joven e inteligente y tiene toda una vida por delante. La sociedad tiene todo el derecho a resarcirse por los daños que podía haber causado y que afortunadamente no ha causado. Me sitúo el primero en la lista para exigirlo. Pero inmediatamente también vengo a sostener que todo el mundo tiene el derecho al perdón.

No realizo un juego de palabras cuando afirmo que Delia ha sido responsable dentro de su irresponsabilidad. No le exijamos, pues, más de lo que en justicia le debamos exigir.

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