Antonio
Quesada
@AntonioFQuesada
Los
almerienses estamos aprendiendo geografía a marchas forzadas. Hace unos meses tuvimos
que buscar en el mapa Vladivostok para conocer los detalles de esta ciudad rusa
en la que el alcalde de Almería decía que, al igual que en Almería, tampoco se
realizaría el soterramiento de las vías del tren.
Rodríguez y Venzal |
En
estos días, el concejal de Urbanismo de la capital nos ha dado otra soberbia lección
de conocimiento del atlas al sentenciar que el Teatro Cervantes no está en Hamburgo.
Sostiene, para esquivar el compromiso adquirido de negociar su adquisición, que
“tener un Ayuntamiento dinámico como el de Almería tiene ventajas, pero también
la desventaja de que los ciudadanos y los políticos van a pedirle siempre al
Ayuntamiento”.
Ya
ven, es un quebranto que los vecinos de Almería le reclamen cosas a su
administración más cercana. Imagino que el alcalde y los concejales preferirían
que los ciudadanos solo se hicieran visibles para pagar todos los recibos que
se les pongan por delante. Para lo demás, aquí no ha pasado nada, circulen.
En
todo caso, no sé dónde está ese dinamismo, esa pulsión de actividad que le
presupone al Consistorio. Desconozco si apunta a la que mantiene con la antigua
estación de ferrocarril –cerrada a cal y canto mientras se deteriora día a día-
al frenético desinterés en reclamar a Rajoy que llegue el AVE a Almería o a lo
ocurrido esta misma semana, en la que se han puesto encima de la mesa todos los
‘peros’ posibles con el Cervantes.
Igual
entiende por dinamismo construir zonas VIP –así llaman los vecinos de
Pescadería al parque de las familias- o a permitir que el ‘botellón’ campe a
sus anchas sin ningún tipo de control. Resulta también sorprendente que lo
solícito sea tener que soportar la pestilencia del final de la Rambla o que los coches de
policía hayan dejado de limpiarse.
Para
dinámicos, qué quieren que les diga, me quedo con Manuel de la Calva y Ramón Arcusa.
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