Antonio Felipe Rubio
Periodista
Una
de las señas de identidad que distingue a los pueblos cultos y civilizados es
el respeto por las personas que señalaron el camino a seguir para emprender
acciones conducentes a la generación de riqueza, enaltecer la cultura,
facilitar la convivencia, potenciar el
bienestar social, la estabilidad, el futuro y la consolidación de los
propios recursos.
Al
contrario, el revanchismo y la envidia son la ponzoña que atenaza y envilece a
los pueblos que se debaten en una interminable reedición de episodios
pretéritos de naturaleza ideológica o sectaria que, en cualquier caso, son el
reflejo de la mediocridad y afloramiento de miserias intelectuales.
Juan del Águila |
Ante
la convocatoria del Día de la
Provincia , la
Diputación de Almería propuso la imposición de la Medalla de Oro de la Provincia a Juan del
Águila, presidente honorífico de Cajamar y fundador de la Caja Rural de Almería.
La votación contó con el apoyo de PP y PSOE y el voto en contra de IU. Los
motivos que IU adujo, según intervención del diputado Juan Pablo Yakubiuk, se
fundamentan en que “no es el momento de hacer reconocimientos ni de dar premios
a personas de este sector (…) Una banca merecería recibir esa medalla de oro si
fuese una banca 100% pública y estuviese libre de ejecutar desahucios y sin
comisiones abusivas”. Y, lejos de entrar en argumentos de “coleta seborreica”,
me apresto a glosar una injusta -por apresurada- glosa de la personalidad de
Juan del Águila.
En
plena acepción de “esparto y legaña” (1966) Juan del Águila, junto Emilio
Esteban Hanza y Jesús Durbán Remón, fundan la Caja Rural de Almería
como vehículo de canalización de la financiación para una agricultura
sustentada en la uva que vería su revolución en la reconversión del parral en
incipiente invernadero. No en vano, la primera acción se dirigió a una
cooperativa uvera de Canjáyar.
A
finales de los sesenta Juan del Águila orilla su carrera como abogado y se
entrega al contacto directo con los agricultores y ganaderos de la provincia y,
pisando el terreno, conociendo y solidarizando alegrías y penurias, emprende un
“apostolado” del nuevo modelo agrícola: sembrar, trabajar, recoger y ser
responsables.
En
1973 llega una ruina con las riadas. La media provincial se establece en 151,2
l/m2; el nivel del agua llega en Vélez Rubio a los 15 metros de altura; por
las cuencas discurren, sin provecho, 600 millones de m3… Fue el año que hubimos
de perder diez vidas en la provincia y muchas más en La Rábita (Granada).
Juan
del Águila se muestra un “obseso” del agua. Ya sea en foros organizados o
abordándote por la calle, Juan no para de recordar que el futuro de la
provincia pasa por garantizar el agua y la modernización de las infraestructuras
agrarias mediante la inversión en tecnología, investigación… y predicó con el
ejemplo (Las Palmerillas).
Me
resulta imposible -por espacio- relacionar experiencias, innovaciones,
reivindicaciones, apoyos… Sólo les propongo rememorar cuántas iniciativas
brillantes para Almería han contado con el apoyo de la Rural. Seguro que
muchas; más provechosas y gratificantes que el sectario rechazo a una persona
de ejemplar comportamiento humano y profesional que, ahora más que nunca por
carestía, hay que homenajear por esfuerzo, profesionalidad e integridad.
Enhorabuena,
Juan. Tienes dos premios: el de Diputación y el de la necedad de los envidiosos.
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