Antonio Felipe Rubio
Periodista
Desde
Grupo salvaje, Pelham 123, Ocean´s eleven… el cine nos ha deleitado con
magníficas cintas sobre el género del robo desarrollado en diferentes ambientes
y de naturaleza y desenlace diversos. Desde las épicas leyendas de Robin Hood
hasta el refinamiento tecnológico de Misión imposible el cine ha utilizado
recursos argumentales con desbordante imaginación; hasta que la realidad supera
la ficción.
Clavius |
El
robo de decorados y enseres del rodaje de Clavius en un entorno cerrado y
vigilado (¿?) en la inmediaciones de la Alcazaba , dicen, se ha desarrollado con exquisita
finezza por “expertos” conocedores del entorno. También dicen que se utilizó
transporte y personal adecuado para el acarreo de materiales voluminosos y
pesados que, según comentarios, podrían ser paneles, paredes, piedras, puertas…
y otros enseres ajustados a la época; nada de tecnología punta, sólo
mampostería figurada susceptible de desprender, arrancar, trincar y arramblar.
Y todo esto por importe 8.500 euros; avería que fue denunciada ante la Policía de Madrid, sede de
la productora del filme. Y, por supuesto, la noticia ha conseguido el
indeseable recorrido en medios de comunicación nacionales para mayor “gloria”
de la Marca Almería.
Mientras
Ayuntamiento y Diputación se afanan en dar lustre y prestigio a Almería como
Tierra de Cine, otros afanan lo que pillan para perpetuar la pellejería que
otrora espantó a los cineastas, literalmente extorsionados por el eufemismo del
saqueo conocido como “gallina de los huevos de oro”. Y es que tiene huevos que
esta fauna almeriense no haya encontrado escarmiento ni enmienda ante lo que
creo es un gen inserto en la sociedad y que se transmite por generaciones de
rebañapailas, saltabalates y caganíos.
Ahora,
con la Navidad ,
llegará el recurrente episodio de la “recolección” de poinsetias (pascueros)
que el Ayuntamiento implanta en jardines, parterres, fuentes, etc. y, con
puntual tradición, el comando pellejero dejará su huella con oquedades y
regueros de sustrato: la firma de la turba rampante. Lástima que en la
simbología navideña no encontrase hueco la Opuntia imbricata (un cactus muy cabrón), pero
algo habrá que hacer para evitar tanto expolio.
De hecho, el Ayuntamiento
regala cientos de pascueros para -supongo- evitar daños mayores y sosegar el
instinto del comando pellejero. Por cierto, la pellejería no se detiene ante la
enraizada debilidad del pascuero. Recuerden el robo de renos o ciervos
iluminados y un macetero de ¡media tonelada! Que desapareció de Plaza Circular.
Y puestos a circular, circulan por cortijos y chalés los cañones de Plaza Vieja
o las vidrieras emplomadas de Radio Juventud… así como el tortuoso recorrido
del San Valentín. En fin.
Nada
más inaugurarse el Parque de las Familias han aparecido incomprensibles actos
vandálicos, cosa que se puede apreciar en otros parques, jardines, mobiliario
urbano… Es como el deseo irrefrenable de atacar contra algo que simboliza al
enemigo. Quizá por ser Ayuntamiento; o sea, política, poder, autoridad… existe
una predisposición a hacer daño como expresión de protesta e inconformismo, lo
cual, expresa un profundo incivismo, nula educación y ausencia de conciencia de
que el ayuntamiento es la suma de todos los ciudadanos y que todo lo que hay en
la ciudad es una proyección de nuestra propiedad colectiva fuera de nuestras
casas. Y no todo es incivismo.
Quizá fuese por casualidad o no, pero a tres
días de las elecciones municipales que perdió Megino, Almería padeció el mayor
esturreo intencionado de basura que jamás conocimos. Va a ser que, como mandan
los tiempos, provocar averías, robar y esparcir basura real o metafórica es un
eficaz argumento político y electoral.
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