Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
La
aparición de Podemos en el espectro social y político del país ha sido un gran
revulsivo. Ya no sirven las viejas barajas. Ahora hacen falta cartas nuevas,
desde la exigencia que impone la irrupción de un nuevo protagonista que viene
arropado por las demandas de nuevas generaciones. La Transición ha sido
cerrada y su final no ha podido ser más lamentable y depresivo, ante la
degradación de los partidos tradicionales, adormecidos por el sistema
establecido y con la democracia secuestrada y derrotada por la sociedad de
consumo. A eso se ha unido la crisis, el paro que no cesa, y la gran corrupción
de la que sólo conocemos la punta del iceberg. Y el desencanto total.
Pablo Iglesias |
Por
todo eso surgió el 15-M, inicialmente forjado desde el espíritu de la juventud,
especialmente del mundo universitario, que también fue protagonista destacado
en los inicios de la
Transición para conseguir la democracia frente a la dictadura
franquista. ¿Se acuerdan? El 15-M tuvo sus propios rasgos que fueron
conquistando el espectro de la sociedad para convertirse en una estructura
política desde la base. Junto a este movimiento, algo más que las acampadas en la Puerta del Sol de Madrid y
numerosas ciudades, se fueron sumando intelectuales, escritores, poetas, una
amplia representación del mundo de las ideas, protagonistas del renacer del
pensamiento crítico frente al sistema. Y en este contexto surge Podemos. Y esto
no es “populismo” como se empeñas las organizaciones políticas y la mayoría de
los medios de comunicación, aunque más bien habría que mencionar a los dueños
de las empresas periodísticas.
Es
patético observar cómo, desde el primer momento de la aparición de Podemos, la
reacción en contra fue unánime en las organizaciones políticas oficiales y
medios de comunicación, especialmente los grandes periódicos nacionales. Ningún
partido, sorprende sobre todo en los de izquierda, ha hecho un examen autocrítico
sobre lo sucedido. Y en la prensa, especialmente, se rompen los esquemas de la
ética, con tal de derribar al nuevo protagonista que ha surgido al margen de
los esquemas y que por lo visto pone en peligro los privilegios de los
instalados en la hegemonía del sistema. El objetivo está claro: Hay que
desacreditar a Podemos. No han faltado, eso sí, algunos análisis críticos, con
rigor y coherencia (por ejemplo, del historiador Santos Juliá), que Podemos no
debe dejar de lado.
En
este panorama hay, desde luego, distintas actitudes. No es lo mismo el
pensamiento de la gran derecha, con sus propias reglas para ejercer el poder,
dentro o fuera de las instituciones. Si hay un deterioro democrático, en gran
parte es responsable el mundo conservador. No me resisto a citar al premio
Nobel de economía, Paul Krugman: “Porque a la derecha política siempre le ha
incomodado la democracia. Por muy bien que les vaya a los conservadores en las
elecciones, por muy generalizado que esté el discurso a favor del libre mercado,
siempre hay un trasfondo de miedo a que el populacho vote y ponga en el
Gobierno a izquierdistas que cobren impuestos a los ricos, regale dinero a
espuertas a los pobres y destruyan la economía… La verdad es que una gran parte
de lo que sucede en la política estadounidense es, en el fondo, una lucha entre
la democracia y la plutocracia. Y no está nada claro qué bando ganará” (“Los
plutócratas contra la democracia”, El País, suplemento Negocios, 26 de octubre,
2014, p. 26). Pues eso, aquí, en España.
Y en
la izquierda, también la responsabilidad. Recientemente Alfonso Guerra se ha
destapado con un actitud sorprendente anti-Podemos, aludiendo incluso al “huevo
de la serpiente” (gestación del nazismo), una comparación que hace pensar que
el histórico dirigente socialista ha perdido ya la percepción del análisis de
la realidad. Convendría recordar el entusiasmo que el PSOE despertó en la
juventud, en cierto modo, y salvando las distancias históricas. El socialismo
significó en cierto modo el espíritu de Podemos en la Transición. ¿Y qué
queda ahora de aquel PSOE? ¿Y de aquel joven abogado laboralista, Felipe
González? Hay una gran parte de la ciudadanía que se siente traicionada por un
sistema que ha reducido la democracia a votar cada cuatro años y poco más. Toda
la dinámica de los movimientos sociales, vecinales y culturales, determinantes
en la Transición ,
fueron desmantelados por los partidos una vez acomodados en el sistema
establecido. Por todo esto se ha llegado a esta situación. Podemos ha nacido
porque es necesario.
Indudablemente,
Podemos tendrá que asumir su responsabilidad, aceptar que el pensamiento
crítico se acerque a su identidad y que el concepto autocrítico garantice la
honestidad y la coherencia ante el engranaje amenazador. Y con este objetivo, Podemos
se está asomando a la realidad del sistema, en medio de cierta soledad. Porque
todos los demás han realizado la declaración formal de desestabilizar a Podemos
e impedir, como sea, su ascenso al control de la sociedad frente al poder.
Podemos es vital para empezar de nuevo la construcción de la democracia desde
cero. Y en ese camino no está solo.
Estupendo análisis. De lo mejor que he leído hasta ahora del tema. Enhorabuena.
ResponderEliminarSiendo realistas, o mejor dicho, teniendo una perspectiva de las dinámicas electorales, amén de otros factores como nuestra ley electoral, sólo podemos concluir que Podemos no tendrá una representación tan significativa como se está haciendo creer (por algo será también). Ahora bien, quizá una de las grandes virtudes del ascenso mediático (porque tratamos a un partido como si tuviera representación, es decir, apoyo social, y todavía no se ha materializado) sea la de influir en los partidos del sistema, la de presionar para que cambien ciertas dinámicas y opiniones. Sin embargo, lamentablemente, no parece que esté pasando. Antes al contrario, PP y PSOE se están encastillando, alejándose de discursos que están muy vivos y perdiendo una oportunidad de auténtica regeneración democrática. Como el propio Pablo Iglesias dice, son esos partidos los que están dando el poder a Podemos, y éstos sólo tienen que esperar sentados.