Antonio Felipe Rubio
Periodista
El penúltimo episodio escrito
por nuestros queridos traidores enfrenta a Podemos y PSOE en una patética
confrontación por la autoría de la perversión del Día de Reflexión (13-M). Fue
el día del “pásalo” y el día del “mensaje” de Rubalcaba; ambas acciones
encaminadas a okupar las sedes del PP, un partido acusado de connivencia
criminal que hubo de administrar el atentado del 11-M asediado por una infame
manipulación mediática y, además, con el enemigo en el interior de Interior.
Manifestación contra la guerra de Irak |
Recuérdese el inolvidable
episodio de Iñaki Gabilondo: “Identificado terrorista inmolado con impecable
rasurado y varias capas de calzoncillos”, sin menosprecio de la “pillada” con
Zapatero en Cuatro: “Nos conviene mantener la tensión”. Antológico ejercicio de
complicidad sectaria del periodismo progresista. Y ha tenido que ser el tándem
Gabilondo-Iglesias quien desempolve la autoría del “pásalo” en favor de la
facultad de la Coleta
y con airado enojo del PSOE que, ahora, tras negarlo todo, se enfadan por
arrebatarles semejante “honor” unos imberbes.
Ahora, cuando pintan bastos de
radicalidad extrema, aparece un aluvión de actores a ver quién la dice y la
hace más gorda. Sin ir más lejos, el ministro de Salud, Alfonso Alonso, fue
“saludado” por los socialistas en el Congreso como “verdugo de mujeres
maltratadas”; cualidad que se le infiere con tan solo una semana en el cargo.
Habrá que ver qué genocidas calificativos le granjean transcurridos tres meses.
El efecto comburente y
catalizador de Podemos hace que radicales moderados se tornen piras que
incendian el discurso y carbonizan la convivencia. Se ha desencadenado una
lucha por la diferenciación en base a la radicalidad destructiva. No se trata
de endurecer el discurso; es transgredir todas las fronteras aun a costa de
dificultar el retorno a la cordura.
En alguna ocasión nos habremos
preguntado por qué importantes grupos de comunicación están apoyando,
amplificando, difundiendo, proyectando… a Podemos con inusitado cariño y
empachosa frecuencia. Sinceramente, no veo a Alejandro Echevarría y Paolo
Vasile (Cuatro), ni a Silvio González y José Manuel Lara (La Sexta ) dedicando generosos
espacios gratuitos conducentes al éxito de unos revolucionarios que, de ganar
un gobierno, lo primero que peligraría es el estatus de unos empresarios
reacios a la ingenua gratuidad y orgullosos de su preeminencia social y
económica a través de medios influyentes. Algo traman, y no es otra cosa que
agitar el cotarro. El PP, de seguir “arriolarizado” no siente ni padece; y lo
que es peor, no se excita suficientemente ante el peligro de un rival
reconocible; por eso, cada encuesta, intención de voto y cobertura mediática de
Mediaset o A3Media se traduce en un alegre tintineo de caja registradora:
televisiones cobran, y la “casta” pone la pasta.
En breve serán estos medios los
que destruyan a Podemos por mero instinto de protección de la “casta” en la que
se han desenvuelto políticos y empresarios de la comunicación con armónicos
intereses cruzados. La estrategia de la rentabilidad estriba en deshacer la
avería. Podemos ha sucumbido ante el glamur televisivo descuidando el flanco de
las redes sociales. La televisión es ahora vital para Podemos al concitar una
audiencia fiel y fascinada. Cambiar la fascinación por el desencanto y la
decepción exige un notable esfuerzo y tiene un precio que alguien está
dispuesto a pagar. Y, pase lo que pase, para todo habrá justificación y,
encima, nos dirán que el pueblo nunca se equivoca… pero se manipula a placer.
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