Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
El
Gran Hotel Almería, el buque insignia de las hospederías de la ciudad, en la
confluencia de La Rambla
y el Parque, cierra sus puertas tras casi 50 años de historias de bodas,
comuniones y estrellas del celuloide. Desde la administración del establecimiento se asegura que se trata de un
cierre temporal por reformas hasta el próximo mes de junio. Otras fuentes
ligadas al sector de la hostelería aseguran que se trata de un cierre
propiciado por la situación concursal en la que se encuentra el hotel propiedad
hasta ahora del empresario Miguel Rifá.
En el futuro de este emblemático establecimiento, que brilla como un faro al sur de la ciudad, tendrán mucho que ver el Banco Popular y el Banco Sabadell, las dos principales entidades acreedores de la empresa del controvertido patrón catalán. Francisco Gómez Leyva, el actual director del Gran Hotel, donde media ciudad ha celebrado algún acto social alguna vez en su vida, asegura que se clausura el próximo 23 de diciembre para cambiar las moquetas por tarima flotante, reparar la caldera, trasladar las cocinas, remodelar la recepción e instalar, quizá, un ascensor panorámico. El propio director admite que la reapertura no se produciría antes de mayo, una vez realizados estos trabajos.
Gran Hotel Almería |
Son varias los clientes, sin embargo, que habían reservado celebración para el
próximo verano de 2015, a
los que se les ha devuelto el dinero adelantado, ante los imprevistos que
puedan surgir.
El hotel, que abrió sus puertas por primera vez en diciembre de 1967, hace ahora
47 años justos, ha realizado a lo largo de sus años obras de reparación, pero,
planta por planta, sin cerrar el hotel totalmente al público. El Hotel cuenta
con una plantilla de 30 empleados a los que se les rescindirá el contrato de
trabajo.
La cadena Vitahoteliers, a la que pertenecía mediante acuerdo comercial el Gran
Hotel, está a punto de liquidarse, tras la entrada en prisión de José María
Morros Llauradó, el dueño de Marvel Hoteles que unió sus establecimientos a los
de Citymar de Rifá. Desde el pasado verano, el hotel se gestiona a través del
administrador concursal Gran Thomson.
La
empresa Hotel Almería tiene ahora domicilio social en Barcelona y asiste a Rifá
el letrado Leandro Martínez Zurita. Uno de sus asesores, Israel Ruiz, está en
la actualidad en prisión acusado por un presunto delito de fraude fiscal
cometido como asesor de Obrascampo. La sociedad Hotel Almería entró en concurso voluntario en el juzgado de lo
Mercantil número 3 de Barcelona por insolvencia con un pasivo acumulado
de 54,5 millones y 35 firmas fiadoras.
Miguel Rifá i Soler, ingeniero industrial, hermano de un lustroso profesional
de la judicatura catalana, aterrizó en Almería en torno a 1973, cuando Almería
empezaba a abrirse al turismo como un acordeón. La expansión urbanística, sobre
todo en el Poniente, era imparable. En esos años, Rifá, despachaba a menudo con
el Gobernador Civil Juan Mena de la
Cruz , como presidente del Centro de Iniciativas Turísticas de
Roquetas.
Fue también ingeniero municipal en este municipio y se alió con otro
emprendedor oriundo de Cataluña, José María Rossell, del que luego separó sus
negocios. Compró el Gran Hotel en 2004 por 22 millones y después el Indálico y
otras nueve establecimientos a Avila Rojas. Llegó a diseñar un hotel con
encanto en la Compañía
de María y otras iniciativas en El Toyo.
Es como un faro de Alejandría para Almería, un lugar bruñido de nostalgia,
entre bailes nupciales, champán francés o la comunión de la niña. El Gran
Hotel, allí donde termina la Rambla
y empieza a respirarse el salitre, abrió sus puertas un día de diciembre
de 1967 y unos meses después, en abril de 1968, vino a inaugurarlo el
ministro Fraga en persona, el mismo día que le echaron el agua bendita al
Indálico, el Jairán y el Restaurante Alborán.
Almería carecía de un hotel de cuatro estrellas, con cierto aire de
modernidad, que no tenía aún el Costasol abierto en 1963 con tres
estrellas. Los divos del Spaguetti iban y venían por los hospedajes,
reclamaban agua caliente, teléfono en la habitación y moqueta. El Ayuntamiento,
entonces, cedió 1.000
metros gratuitos, a instancias de Díaz Quesada, a la
sociedad Hotalsa para dedicarlo al turismo como industria protegida por un
periodo de al menos cincuenta años. Es decir, que el Gran Hotel deberá seguir siendo hotel, al menos tres años más,
según esa cláusula firmada por el alcalde de entonces, Guillermo Verdejo Vivas.
En los años del boom inmobiliario, hace casi una década, algunos agentes del
sector sondearon la posibilidad de derribarlo para convertirlo en apartamentos
de lujo, pero la iniciativa no fue viable por la obligación histórica de
mantener su uso hotelero. Allí, en ese chaflán donde los hijos de los burgueses almerienses jugaban al
tenis hace más de un siglo, donde estuvo la Terraza Apolo , allí,
el arquitecto Fernando Cassinello con el hacer de la Constructora Rodrigón ,
de José Rodríguez Pérez, levantó el farallón.
La sociedad administradora era Hotalsa y estaba presidida por Leandro Pérez de
los Cobos, el ingeniero que dirigió la revolución del plástico en el Poniente
almeriense. Eran consejeros Juan Cuadrado Martínez, Francisco Sierra López,
gerente, el médico José Tara Hernández y su primer director, el rumano Dimitri
Ardelean. Después también participó el médico Ginés Nicolás Pagán.
Disponía en un principio de 124 habitaciones junto a la bahía de Almería con
una inversión de 800.000 pesetas de esa época de economía inflacionista, cuando
un saco de cemento valía el doble de un año para otro. Tenía entonces, como una novedad regional, una piscina con iluminación
subacuática y se utilizaron en su construcción granitos negros de Africa,
pórfidos de Canadá, mármoles italianos y maderas exóticas de Guinea Ecuatorial.
Allí celebró Ringo Star una lujuriosa fiesta de cumpleaños con más de un
centenar de invitados y en su bar bebieron dry martinis gente del cine como
Brigitte Bardó, Claudia Cardinale o Steven Spilberg y en su sótano abrió la
discoteca Play Boy, que trajo a gente como Charles Bronson o Ursula Andress.
Estuvo dirigido también por Lázaro López y en los últimos años por Antonio
Fernández, hasta pasar a ser gestionado por la cadena Vita Hotoliers que ha
terminado naufragando. Ahora nada, este histórico buque insignia de la ciudad,
entre aguas turbulentas, sin saber cuando volverá a zarpar.
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