Antonio
Quesada
@AntonioFQuesada
La
vieja estación de ferrocarril sopla este año las velas de su 120 aniversario dejando
a la vista de todos los almerienses el grave deterioro que sufre. Tras el
derribo del muro de Renfe y la actuación que se está desarrollando en el entorno,
este emblemático edificio de la ciudad muestra sin ningún disimulo los problemas
de conservación y mantenimiento que presenta.
La
situación en la que se encuentra la estación, se mire como se mire, resulta
incomprensible y pone en evidencia una vez más al alcalde de la ciudad que
cuenta, para según qué asuntos, con un nivel de exigencia de lo más voluble. Es
él, en cambio, quien tiene que ponerse al frente en la reivindicación para que
el Gobierno acometa las obras necesarias que devuelvan a este edificio la
imagen que nunca debió de perder.
La
primera autoridad de la ciudad tiene que aprovechar este momento histórico,
este 120 cumpleaños, y reclamar a ADIF, organismo público dependiente del
Ministerio de Fomento, que acometa urgentemente las obras necesarias que
permitan reparar los desperfectos existentes, tanto en la fachada anterior y posterior
como en las instalaciones interiores.
Y es
que nadie entiende a estas alturas que el alcalde, que también es senador y que,
por lo tanto, viaja a Madrid todas las semanas, no haya tenido aun tiempo de
mantener un encuentro al más alto nivel para exigir que se acometan estos
trabajos y solicitar, de paso, la cesión de la titularidad de la estación para
que pase a ser patrimonio de los almerienses.
Este
edificio es la memoria viva de la ciudad y del momento de inflexión que supuso,
desde el punto de vista social y económico, la inauguración de la línea férrea
Almería-Guadix el 23 de julio de 1895, jornada en la que se aprovechó para
hacer lo propio también con la
Estación.
Permitir
su deterioro, no hacer lo posible por acelerar su recuperación es un insulto
para Almería y los almerienses.
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