Federico
Soria Estevan
Gonzalo
y yo fuimos compañeros de curso en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de
Almería, hoy llamado Celia Viñas. No recuerdo compartir actividad de
cualquier tipo en los recreos o en la calle; nunca fuimos de copas juntos y,
sin embargo, su rostro es uno de los diez o doce que recuerdo con nitidez de
aquellos años entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
Han
pasado unos cincuenta y cinco años, que se dice pronto, en los que solamente
nos hemos visto tres o cuatro veces, saludándonos con un adiós o poco más. Pero
en dos ocasiones hablamos algo más y ambas ocurrieron en el mismo lugar: el
aeropuerto de Almería. La última, a finales de diciembre pasado. Al entrar al
aeropuerto, lo primero que veo es el vacío: nadie en el área de ‘salidas’,
todos los mostradores cerrados, luz mortecina que indica una muy baja
actividad. “Baja entropía”, pienso.
El Talmud de Viena |
Me dirijo hacia la izquierda y allí, al
fondo, tampoco hay actividad: poca luz y ningún sonido. Paseo por la sala y veo
entrar a una cara que inmediatamente reconozco. Viene hacia donde yo estoy, me
sobrepasa con la mirada que, como verdaderos tentáculos sensoriales, tiene
fijada en la puerta de ‘llegadas’. Voy a su encuentro y ahora me ve, hago un
gesto como preguntando si se acuerda de mí; se acordaba, nos saludamos y
hablamos lo suficiente para intercambiar nuestras respectivas direcciones de
correo y unas frases en las que hablamos de su último libro. No hubo tiempo
para más, pues inmediatamente aparecieron los pasajeros y nos despedimos.
El
Talmud de Viena es un tratado de historia novelada, una novela histórica o
historiada. O, como el autor dice en la introducción, una narración histórica
novelada. Pero es mucho más. Hay historia, desde luego, la que va desde el
final de la primera guerra mundial hasta la década de los sesenta. Entre esas
dos fechas se sitúan un conjunto muy cohesionado de historias personales y biografías
de unos personajes que pertenecen a tres familias europeas de judíos ricos
cuyos miembros van siendo presentados uno a uno, con todo detalle en los
caracteres, las profesiones, convicciones políticas y religiosas, siempre
judíos (hay quien se convierte al cristianismo y algún otro al judaísmo). Se
narran sus aficiones, sus amoríos y matrimonios, las relaciones de parentesco
entre todos ellos y la situación que les corresponde dentro de la jerarquía
familiar, política y social.
El ambiente general del libro está destacadamente
teñido de religiosidad y tradición judías y a veces puede resultar abrumador;
pero tal ambiente que rodea a una comunidad intensamente tradicional debe
producir tal sensación si es que se quiere transmitir el “ambiente” verdadero.
Y desde luego, se nota que el autor quiere transmitirlo. Es un auténtico reto
para el lector llegar a conocer en todo momento a cada uno de los actores,
tanto individualmente como en sus relaciones con los demás. Quizás por eso, el
autor añade al final los nombres de todos los que aparecen, por un lado los
reales, sin que falten los personajes famosos de la Europa de la época, y por
otro, el de los ficticios, que también son legión.
Además, hay unos esquemas
genealógicos de las tres familias de ficción en los que se aprecia de un
vistazo el parentesco de cada uno de sus miembros con los demás y los años de
su nacimiento y muerte. Esto es algo que se agradece, pues facilita mucho la
lectura y comprensión de este auténtico tratado de historia verdadera con incrustaciones
de innumerables personajes inventados que perfectamente podrían haber existido
de verdad. Probablemente existieran, y lo que hace el autor sea endosar un
nombre a cada uno de los personajes-tipo que debieron de existir en ese momento
y lugar y que realizaron ese trabajo, pero que permanecen en el
anonimato. Se van contando los hechos por años sucesivos sin dejar ni uno, a lo
largo de ciento veintitrés capítulos.
G. H. Guarch |
Al
final, el autor hace que las seis o siete mujeres que siguen vivas en 1961 decidan
aunar sus apuntes, datos y diarios escritos a lo largo de sus vidas y realizar
con ellos un libro. Yo diría que, en sus ficticias vidas, lo hicieron, y que el
autor realizó ahí un golpe genial: se inventa el libro, los cuadros
genealógicos y las tramas biográficas de cada personaje ficticio, el contenido
de los diarios de esas siete mujeres, luego añade los datos históricos
verdaderos en la base de la trama. Y de todo ello surge el libro que aquí se
comenta. (Por supuesto, lo dicho es una elucubración del firmante).
No
faltan alusiones a algunos de los horrorosos episodios de la guerra, tanto
dentro como fuera del ámbito de la familia, sin faltar el de enviar a las
cámaras de gas a un niño por tener autismo e hiperactividad. En esa maraña de
personajes aparecen más los detalles de la guerra que tienen que ver con las
personas que la padecen en las ciudades alejadas del frente, a pesar de que
algunas llegan a ser altos jefes del aparato nazi; no se encuentran
descripciones de batallas ni trincheras, ataques con bombas, generales dando
órdenes o diseñando planes de ataque con tanques, minas, gases; ni se habla
directamente de las cámaras de gas, etc.
No, el autor introduce al lector en
ese ambiente denso y a veces angustiante en el que se va desarrollando y
creciendo el odio hacia los judíos, que ya venía de antes, desde luego, pero
que es en ese tiempo de entreguerras cuando se fragua un espíritu de venganza
ante la humillación y el descontento profundo a que dio lugar el tratado de
Versalles entre los vencidos. Con la firma de ese documento comienza la
historia e inmediatamente asistimos al surgimiento de ese “huevo de la
serpiente” que, como en la estupenda película de Bergman, nos enseña cómo se ve
a la “bicha” crecer en su interior antes de romperse el cascarón y desembocar
en la segunda gran guerra y segunda gran derrota alemana. Sólo que aquí,
Gonzalo nos hace ver de una manera extraordinariamente lúcida y bien hilada las
diferentes fases del desarrollo, contándolo todo dentro del ámbito en el que se
mueven los miembros de las tres familias.
La trama es compleja, intrincada y
hay que leerla despacio para conocer su extensa superficie, con las intrigas, y
hasta el suspense que deja enganchado al atrevido lector que se introduce entre
sus ochocientas páginas. Ya se sabe: si corres, llegarás antes; si vas
despacio, llegarás mejor. Y aún así, habrá que releer algunos pasajes para
terminar de conocer a todos los personajes y todos los escenarios. Entonces se
nos desvelará que el libro tiene también un formato enciclopédico.
En
la introducción, y también en los dos capítulos finales, se nos hace ver que se
trata de un ‘patchwork’, palabreja que viene a señalar un amplio escenario, un
paisaje extenso lleno de diferentes historias y trozos de historia. Es un tapiz
en el que su anverso nos muestra los diferentes actos del gran teatro del mundo
de la guerra y las vidas de las personas que la padecen, con sus penas y sus
glorias, su lógica y hasta sus incoherencias. Pero mirado el reverso se ven los
hilos que van ligando cada parche con el contiguo y, dentro de cada uno, la
trama de los hilos más escondidos.
Ellos son el secreto del formidable relato
que se observa en el anverso, un gran fresco polifónico digno de una música
–trágica, por supuesto- como la
Sinfonía N º 13, de Shostakovich, en la que se incluye un coro
de hombres que canta poemas de Evtuchenko sobre la horrible matanza de Babi
Yar, mencionada también en el libro; o como la Séptima , titulada
“Stalingrado” y compuesta en esos días de 1942 en que se libraba esa batalla.
Vista
desde otro ángulo, esta obra presenta otra cara no menos interesante: no es un
relato lineal, sino formado por sucesos aislados que ocurren en las
habitaciones de un edificio con escaleras y ascensores en su centro: ese es el
tronco del árbol, y las habitaciones sus ramas; entre ambas estructuras hay
íntimas relaciones que constituyen la historia contada.
En
definitiva, este mosaico gigantesco muestra desde una perspectiva nueva
acontecimientos conocidos pero que aquí surgen de una manera novedosa. Creo que
el autor ha inventado un género de novela, al que se podría denominar “mosaico
novelado” sin caer en el disparate, tanto menos, cuanto que hace referencia a
esa figura de la Torá
y del Talmud que en el libro se insinúa por todos los rincones. El trabajo de
recopilar y, sobre todo, de ensamblar toda esa información de manera que surja
un fenomenal mural digno de las paredes de un patricio romano, es por sí mismo
encomiable. Se une a ello un relato directo y hasta popular, una sintaxis clara
y sin retórica inútil.
Autor:
Gonzalo Hernández Guarch
Título:
EL TALMUD DE VIENA. Algo más que un sueño.
Género:
Novela histórica (Narración histórica novelada)
Publicado
por Editorial Almuzara S. L., el 23 de mayo de 2014
Páginas:
800
Encuadernado
en rústica con solapas.
Tamaño:
14,50 x 22,00 cm.
ISBN:
9788416100330
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