Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería
“Susana
es como Messi: cuando empieza la jugada nunca sabes cómo va a acabar”. Me lo dijo
la mañana del miércoles y en medio de la catarata de opiniones que anunciaban el
adelanto electoral una de las personas que más cerca se sienten (y se sientan)
de la presidenta.
Desde
que el 20 de diciembre la
Asamblea de IU aprobó la posibilidad de someter en junio a
referéndum entre sus bases su continuidad o no en el Gobierno autonómico, la
suerte estaba echada. Sin pretenderlo, sin ser conscientes de la bomba que
acababan de activar, la coalición de Maíllo lanzaba su último envite. El error,
el ingenuo error que cometió, es que lo hizo desvelando su estrategia. Su
torpeza es equiparable a la del jugador que enseña las cartas al contrario en
la última y definitiva jugada de la partida.
La Voz de Almería de hoy |
Con
la decisión asamblearia de IU, a la presidenta de la Junta no le quedaba más opción
que el anticipo electoral. Permanecer seis meses en la sala de espera a que un
puñado de militantes decida si continúan manteniendo la coalición de Gobierno hubiera
sido una exhibición de torpeza, debilidad y dependencia.
Torpeza
porque los augurios demoscópicos preven un descalabro de IU en las municipales
a beneficio de Podemos y, ante esta posibilidad más que probable, la decisión
de convocar el referéndum sería imparable; tanto como la opinión mayoritaria de
abandonar el Gobierno.
Si
nuestra presencia en San Telmo -pensarían- no nos ha reportado ningún beneficio,
¿por qué mantenerla? IU se obstina en no querer ver que quien los está destrozando
es Podemos y su patológico complejo de inferioridad ante el partido de Pablo
Iglesias.
Susana
Díaz sabe que, una vez anunciado, el referéndum no es una posibilidad, sino una
realidad incontestable. Mantenerse en el gobierno hasta el verano les hubiera abocado
a un escenario de debilidad permanente, sometiendo cualquier decisión al parecer
de su socio, lo que, inevitablemente, hubiera invertido la relación de poder en
el ejecutivo, haciendo depender las decisiones de la mayoría a la aprobación o
el beneplácito de la minoría.
El síndrome
asambleario transmitido por Podemos a IU ha sumido a la coalición en un estado
de confusión del que solo se pueden esperar errores. El entreguismo de Alberto Garzón
a las posiciones de Pablo Iglesias merece una tesis sobre como caer en la impostura
destruyendo tus fortalezas y sin obtener más respuesta que el desprecio.
Susana
Díaz ha encontrado en la “inestabilidad” que provoca la decisión de la Asamblea de IU el relato
en el que sostener el adelanto electoral, pero sería de una ingenuidad
conmovedora pensar que la decisión de Maíllo es el único motivo del adelanto. La
convocatoria anticipada de elecciones es una facultad exclusiva del presidente
de cualquier Gobierno y resulta obvio que uno de los factores que influyen
decisivamente en esa decisión es si la situación electoral es propicia para quien
tienen la potestad de tomarla.
Solo
los cándidos de corazón defienden que esta es una circunstancia de tono menor. Si
Susana Diaz convoca elecciones para marzo es porque, entre sus posibles cartas de
navegación, ese es el rumbo que más le interesa. Veamos por qué.
En
primer lugar porque inicia la travesía en una posición privilegiada según
sostienen todas las encuestas conocidas. No hay ningún sondeo que no
pronostique su mayoría, aunque minoritaria. Por
otra parte el liderazgo de Juanma Moreno está todavía en construcción y la
marca PP no está ahora mejor que hace tres años cuando, en el escenario más
favorable, no logró alcanzar la mayoría absoluta.
En
cuanto a Podemos, su estructura en Andalucía apenas existe y, en cualquier caso,
su atractivo electoral siempre será menor ahora que dentro de un año, cuando ya
estén instalados con decenas de diputados en el parlamento español y con
centenares de concejales y algunos alcaldes en la geografía española.
Durante
estos días estamos asistiendo a la trompetería ensordecedora que acompaña el
inicio de la precampaña. Distingamos machadianamente las voces de los ecos y
frente al ruído partidista y apliquemos el silencio del sentido común. No es
difícil. Basta solo con no
estar contaminado de demagogia. Ni de unos, ni de otros.
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