José
Fernández
Periodista
Horas
después de que Ferraz anunciase que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez,
estaría en la inauguración de la Conferencia Autonómica
que se celebraba el pasado fin de semana en Valencia, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz,
anunció a los organizadores que ella no iba a poder estar en el acto, a pesar
de que su presencia estaba anunciada, porque –según dijo- tenía gripe.
Fuentes
cercanas al secretario general precisan que la repentina enferma comunicó su
estado al apolíneo Sánchez por medio de un simple guasap. Así tal cual. Un
breve mensaje de texto como el que usan las tribus chonis para ultimar sus
relaciones afectivosexuales. Ni una llamada forzando el tono nasal de la voz, como
se suele hacer para avisar esa misma mañana que no te da la gana ir a la
oficina. Ni eso.
Líbreme
Dios de dudar de que la salud de la señora presidenta haya sido puesta como excusa
para evitar incomodidades con el que –dicen los malvados- va a ser la próxima muesca
en la culata de Susana. Esperemos pues que la presidenta, a quien San Frenadol guarde,
esté rodeada de asesores más versados en la farmacopea que en las obligaciones políticas,
porque convendría recordar a doña Susana aquello que escribió Mark Twain sobre
el mejor modo de conservar la salud, que no es otro que comer lo que no
quieres, beber lo que no te gusta y hacer lo que preferirías no hacer.
Y ya
entiendo que ahora no le apetezca montar una pajarraca con el próximo Bello Cadáver
de la política española, pero casi que es peor mantener la ficción del afecto por
más tiempo. Pero bueno, demos por bueno que la señora esté efectivamente malita
y que ande con fiebres y padecimientos capaces de postrar a una socialista roja
y decente y más firme que un pilar del puente de Triana. En ese caso, señora mía,
por una vez haga algo de lo que predica: vacúnese en un hospital público.
Seguro que la cuelan.
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