Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
Casa
Puga, uno de los bares más antiguos de Andalucía, con más de un siglo de
solera, podrá seguir sumando años, a pesar de que su futuro pendía de un hilo
por la jubilación de sus arrendatarios, Leonardo y José Martín. De hecho, el
acreditado hostelero había puesto fecha de cierre al local, de no prosperar
ninguna oferta para traspasar la célebre taberna de la calle Jovellanos antes
del 28 de marzo.
Sin embargo, la empresa del Servicios Hoteleros
Casa Puga |
La intención de los gestores de la sociedad del Hotel Catedral es la mantener
la plantilla de la casa y continuar con el estilo que durante décadas ha hecho
de Casa Puga uno de las botillerías más renombradas del casco histórico de la
ciudad de Almería. Servicios Hoteleros La
Catedral traslada que “las negociaciones se encuentran en un
estado muy avanzado y se está llevando en un ambiente de total colaboración por las tres partes implicadas en la negociación con el objetivo
de poder dar la noticia definitiva de que Casa Puga no cierra”.
Los
arrendatarios habían recibido también otras ofertas tanteando la posibilidad de
optar a un traspaso de este popular local. Sin embargo, han sido los gestores
del Hotel Catedral los que más confianza han aportado a la continuidad del
establecimiento que fundara hace más de cien años Juan Puga. Hotel Catedral se ha comprometido, en un encuentro con asesores jurídicos
celebrado el pasado viernes, a mantener la plantilla de trabajadores y
continuar con la misma línea y estilo de negocio de uno de los bares más
pintorescos de la ciudad.
Está documentado que en 1870 el inmueble, en pleno casco
histórico de la ciudad, era una taberna que regentaba Luis García Romero en la
entonces calle Santo Cristo. Juan Puga Antequera, un alpujarreño de Albuñol,
tomó las riendas con el nombre que aún mantiene en 1909, junto a su mujer María
López . La taberna de Juan Puga pregonaba en 1921 en La Crónica Meridional
su “cerveza helada y sus tapas exquisitas”. Fue el germen de la actual
botillería de Jovellanos, santuario de la tapa para nativos y forasteros, que
ven peligrar su bar de culto.
Tras la Guerra
languideció el bar y el fundador lo traspasó a su sobrino Leonardo Martín
López, padre de los actuales arrendatarios, que tras décadas de trabajo, desde
niños, se han ganado un merecido descanso. La taberna decana de Almería, junto
a la calle Las Tiendas y el convento de Las Claras, ha gozado siempre de un
abolengo ininterrumpido entre las botillerías de la ciudad.
Allí se ha bebido y se ha tapeado en tiempos de República, Dictadura y
Monarquía. Sobre el serrín de su suelos, entre sus azulejos andaluces, entre
chato y caña, los hombres de Almería fueron envejeciendo y los muchachos
madurando, como el néctar de La
Contraviesa. Su cierre hubiera dejado huérfanos a miles de almerienses que han buscado en
este bar el tipismo perdido de la vieja ciudad conventual.
El anagrama de Casa Puga está inscrita como marca en el registro de patentes
por parte de los actuales regentadores. El
paisaje que un forastero se encuentra al llegar a Puga es el de un chato de
vino y unas gambas con gabardina en la barra de mármol, donde Adolfo o Juan
apuntan la cuenta a lápiz; en la pared, los sobres de Carlos Uhler, las botas
de vino de Albuñol y los jamones colgando del techo, las fotografías en blanco
y negro de parroquianos muertos que por esta tasca con solera centenaria han
pasado.
En las últimas décadas han estado a pie de barra, sirviendo sus célebres tapas
como los champiñones a la plancha o el boquerón adobado, Leo y su hermano José,
Adolfo, Juan, Rafael, Moisés y las cocineras Paqui, Angustias y Carmen. Con
anterioridad trabajaron Juan García Cruz, Guillermo Rodríguez, Antonio Acosta y
Pepe Iborra.
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