Los
almerienses somos propensos a flagelarnos ante los errores. De ahí al
sentimiento de culpabilidad sólo hay un paso. Pero más vale este exceso de
modestia que no la soberbia con la que muchas veces se nos trata. El incidente
ocurrido en el campo de los Juegos Mediterráneos el pasado domingo tuvo varios
protagonistas. Los primeros, y en sentido negativo, los tres informadores que
perdieron la paciencia y, consciente o inconscientemente –yo creo que
inconscientemente-, dieron pie a lo que ha sido el pretexto para reacciones
exacerbadas que en algunos casos nos producen tristeza.
El
segundo protagonista fue quien se presenta ante la opinión pública como el
personaje agredido y es objeto de múltiples muestras de solidaridad, Gaizka
Garitano. El entrenador del Eibar tuvo, en ese instante, sobrados motivos para
sentirse molesto. Su proceder en el tratamiento a los medios de comunicación no
fue distinto al de otras ocasiones. Y merecía al menos el mismo respeto que se
les ha otorgado a otros colegas en situaciones similares. Cuestión distinta es
la valoración que se pueda hacer del protocolo establecido por el Almería para
el desarrollo de las ruedas de prensa. Parece más adecuado dar prioridad al
idioma local, que es el castellano, y dejar para después las declaraciones a
medios de otros idiomas. Pero, ya digo, ésa es otra cuestión.
Gaizka Garitano |
Gaizka
Garitano se ha presentado, en los días posteriores al incidente, como víctima
de la situación. Y, ciertamente, lo fue. Con él, nuestra solidaridad, la misma
que de una y mil maneras le han hecho llegar la asociación de la prensa, el
club almeriense, la afición local, los mismos periodistas que protagonizaron el
incidente... Y nuestro rechazo a quienes no supieron ejercer con dignidad su
profesión. Pero esta muestra de apoyo hacia uno y de desprecio hacia otros no
impide realizar una valoración no tan positiva del proceder del entrenador
vasco.
Garitano
estaba afectado por la derrota del Eibar ante un rival directo. Es lógico.
Estaba serio y, en esa situación, pecó de inflexible. Hubieran bastado unas
pocas palabras a esos tres impacientes periodistas para llevar la rueda de
prensa a su término habitual. No lo hizo. Se expresó con desdén y, también
consciente o inconscientemente –y también yo creo que inconscientemente-,
condujo la situación hacia el lugar menos deseado.
Sobre
las muestras de solidaridad que el técnico vasco ha recibido poco hay que
objetar. La mayoría de ellas son compartidas por todos los almerienses. Otras,
no tanto. Algunas provenientes del País Vasco son una bofetada en nuestra cara
y un insulto a nuestro orgullo. Porque, en momentos más delicados, cuando
éramos nosotros los que reclamábamos solidaridad, lo que recibíamos de algunas
de esas personas era una agresión, un desprecio... o la justificación de algo todavía
peor, algo que nunca más nos gustaría recordar. Y conste que lamento profundamente
tener que decir esto. Pero ya está bien.