Alicia
Cifuentes
Miembro del Comité Local UPyD Almería
Ante
los resultados de las últimas elecciones andaluzas no paran de sucederse los
análisis y de extraerse las más variadas conclusiones. Sin embargo hay una
interpretación en profundidad, más allá de datos y cifras, que se ha echado en
falta: la de que a la inmensa mayoría de la ciudadanía de nuestra Comunidad
Autónoma no le importa lo más mínimo la corrupción política.
Así
es. No han importado los casos de los E.R.E. y de los cursos de formación para
desempleados, Chaves, Griñán, su pupila Susana Díaz, etc..., de la misma
manera que en su momento no importó la Gürtel en Valencia u otros casos similares en
Madrid, por poner más ejemplos de otros lugares y otras circunstancias
extrapolables. Pero tampoco han importado los imputados que han figurado y/o
aún figuran en algunas listas de Ciudadanos (como el caso Cazorla aquí en
Almería, si bien absuelto por la Audiencia Provincial ),
ni los varios casos de prácticas empresariales, personales y profesionales poco
éticas, cuando no fraudulentas, de Podemos.
Martín de la Herrán |
Aunque
los resultados demuestran que los 15
escaños (una cifra por debajo de la esperada y vaticinada) de Podemos proceden
en su mayoría del voto transferido de IU, no
deja de sorprender, desde su
irrupción en las europeas del año pasado, la capacidad de seducción y
persuasión de esta formación política. Surgido en tiempo récord, con visos de
experimento sociológico elaborado en los departamentos de la facultad de
Ciencias Políticas de la
Complutense , a base de
promesas mesiánicas y una omnipotente y omnipresente fuerza mediática
personalizada en su líder Pablo Iglesias (en el contexto de una sociedad
mediatizada, que promueve y exige figuras mediáticas), ha conseguido rentabilizar la desesperanza de
las víctimas de esta crisis económica, social, ideológica por la que
atravesamos.
Pero no solo ha logrado persuadirlas a ellas, y esto es lo más
inquietante, sino también a otro tipo de
votantes que, sin haberse visto tan directamente afectados por la crisis, se han
sentido empáticos, orgullosos, reafirmados y absolutamente incondicionales a un proyecto basado en un número de propuestas demagógicas, en el más
estricto significado de la palabra (según la RAE : “Degeneración de la democracia, consistente
en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos
elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”). Principios
matizados y/o cambiados, desde que
surgieron hace poco más de un año, en
función del paso del tiempo y con vistas a cada convocatoria electoral, , sin
base real ni posible aplicación práctica que el programa de Podemos promete.
Gente
que no ha sido informada y desconocen, por ejemplo, que si el partido de Pablo
Iglesias obtuviera la mayoría necesaria para gobernar este país, al día
siguiente la economía española caería en picado y se produciría un
empobrecimiento generalizado, peor aún del que padecemos, pues lo más inmediato
que ocurriría sería que se dejaría de prestar dinero al Estado o se haría a un
interés imposible de asumir. Ahí está el espejo de Grecia.
Gente
que parece no haberse dado cuenta de que los que hablan de la “casta” no han
inventado nada nuevo, que coquetean con
ella y que en el fondo aspiran a ser ella. En este sentido no está de más
recordar que tal vez cosas que han pasado,
que se han mostrado por los medios de comunicación y comentado por los
propios protagonistas, como la reunión en casa de Bono con Zapatero y
Pablo Iglesias, no sean tan inocentes y carentes de significado como se ha
querido mostrar, sino que empiezan a cobrar sentido ahora, tras las elecciones
andaluzas, en las que se está produciendo un curioso acercamiento de posturas
entre Podemos y PSOE que huele a pacto postelectoral. Por no hablar de las declaraciones de no hace
mucho de Felipe González en las que definía a Podemos como un partido de
ideología socialdemócrata…
Entretanto Ciudadanos (formación que nació en el ámbito
político catalán, que ha sabido y que ha conseguido dar el salto a la política
nacional, en buena parte por haber conseguido
una importante presencia en los medios de la mano de un líder
joven, elocuente, inteligente, brillante, impecable) parece haber emergido
con sus nueve escaños en el Parlamento Andaluz como fuerza de centro que coincide
en algunos de sus principios con UPyD. Son muchos, afiliados y simpatizantes,
pero también gente que ha votado o se ha planteado votar a la formación magenta
en alguna ocasión, los que en su momento
lamentaron y aún más ahora, tras los resultados de las andaluzas, la falta de entendimiento y de acuerdo entre
los dos partidos.
E incluso son muchas
las voces desde dentro que plantean que tal vez sea el momento en que, sin que
ninguno de los dos proyectos pierda su identidad, toque ser más pragmáticos, y proporcionar al
panorama político de nuestro país una formación unida, sólida, que defienda
ideas y principios democráticos y que proponga soluciones realistas a los
graves problemas que nos acucian. Pero lo cierto es que sus proyectos políticos
son diferentes, y por el momento parece que es más lo que los separa que lo que
los une. De hecho el PP comienza a acercar posturas y a ver en Ciudadanos un
posible aliado de pactos postelectorales. No se puede estar seguro de que lo
hubiera hecho de la misma manera con UPyD.
No
obstante, al margen de
que llegue o no ese momento, conviene recordar que UPyD es el único partido que
nació, antes que ningún otro, ante la necesidad de luchar contra la corrupción
y de regenerar la democracia, tan menoscabada en nuestro país, cuando los
ciudadanos desconocían lo que era la transparencia porque era una práctica
ausente de la política española.
Es
la única formación política que ha combatido efectivamente la corrupción, no de
palabra y desde promesas electorales, sino desde la práctica y desde las
instituciones, a través de múltiples denuncias ante los tribunales
(Preferentes, Bankia, “tarjetas black”, entre las más conocidas). En la
actualidad se encuentra inmersa en más de 22 causas de corrupción que le han
hecho gastar mucho dinero propio. De hecho, la escasez de votos, traducida en
dinero disponible, va a provocar tener que renunciar a algunas de estas causas.
Ningún otro partido, ni siquiera los nuevos, están luchando o haciendo nada
efectivo, más allá de las palabras, contra este lastre de nuestro sistema.
Visto
desde fuera resulta inconcebible que una sociedad, la cual lleva décadas
sufriendo los problemas derivados de la corrupción política propiciada por el
bipartidismo, dé la espalda en las urnas al único partido (pionero además)
realmente activo y efectivo en la lucha
por regenerar la democracia. Dentro del sistema, al margen de modas,
experimentos y populismo. El único que no se ha limitado a prometer la lucha y
la toma de medidas contra la corrupción generalizada de nuestro sistema
político e institucional, sino que las ha llevado a cabo efectivamente.
Es
por ello que la denominada por los medios “crisis de UPyD” tras los resultados
obtenidos en las elecciones autonómicas es también en parte la “crisis de la
regeneración democrática” de nuestro país. Como dicen sus dirigentes, “mientras
siga siendo necesario, UPyD seguirá existiendo”. Y es bueno para nuestro país
que sea así.
Teniendo
en cuenta todo lo anterior, para no
llegar a lamentarnos en un futuro, ni tener que aplicarnos el conocido adagio
“tenemos lo que nos merecemos”, cabe recordar que se acercan las elecciones
municipales, en las que se nos brindará en las urnas una nueva oportunidad de
decir “basta” a tantas cosas que no nos gustan de la práctica política y del
gobierno de nuestra ciudad. Confiemos en que sabremos tomar la decisión adecuada.